martes, 11 de mayo de 2010

No somos casualidad



Cuando miro las flores, veo su color, sus pétalos abiertos a la luz, su vivacidad a pesar de ese lento marchitar al que sucumben finalmente.

Veo también, perfección. Perfectas en el equilibrio que mantienen erguidas desde sus ramas; perfectas en su forma, como queriendo jugar con la naturaleza a la simetría, y pienso que, tanta perfección, no es casualidad, sino fruto de una creación magnánima.

Lo pienso también del hombre y de la mujer. Quizá no vea en muchos de esos hombres y mujeres que me rodean ni la perfección ni simetría alguna, menos aún equilibrio, pero sí que tengo la completa certeza que cada ser humano existe más allá del hecho primario de haber nacido.

Nuestra existencia, no es casualidad. Lo propicia algo que no acertamos a definir; alguien superior, Dios, el universo, las estrellas...a saber entre todas las teorías posibles, cúal de ellas es la verdadera, podemos llegar a pensar.

Mi teoría, que no certeza, es que existimos por una necesidad implicita; tal vez para que se desencadenen otros muchos acontecimientos o porque en ese gran puzzle que es la vida, somos una pieza necesaria para que otras sucesivas se encajen también.

Y, si pienso en el ser humano y sus posibilidades, me resulta mucho más fácil comprender el motivo por el cual, cada uno, existe y también porqué no podemos ser perennes en esta vida.

El hombre y la mujer, igual que una flor, tiene un proceso de germinación y floración para terminar en un lento proceso de marchitamiento. Aceptar este hecho es tambien aceptar las propias reglas de la vida, el problema surge cuando entendemos que envejecer es abandonarse a esa enajenación que produce el verse mermado de facultades.

No somos dueños de nosotros mismos. Podemos sentir que lo somos cuando nos acompaña la fortaleza, la salud, la voluntad, la juventud...pero no lo somos realmente. Es una sensación únicamente, pero no la realidad, o al menos esa realidad relativa que se deja entrever si extrapolamos nuestra existencia.

Hoy existe un pensamiento existencial forjado por la negación espiritual de un dios magnánimo y creador. Hoy más que nunca vemos a nuestro alrededor semidioses individualizados; agnósticos de todo, en contra también de casi todo pero sin embargo creyentes de sí mismos.

Creer en uno mismo no es ni mucho menos algo nefasto, más bien al contrario, considerar y tener conocimiento de nuestros dones otorgados y de nuestras posibilidades, es el único modo de crecer y florecer con intensidad; sólo se convierte en algo deleznable cuando se tiene una creencia bastante distorsionada de uno mismo y se sube a determinadas atalayas.

Ese tipo de personas, además de tener un concepto de su existencia bastante pobre aún en sus delirios de grandeza, acusan un vacío existencial y espiritual tan enorme que díficilmente encuentran serenidad en sus vidas.

No somos dioses, ni tan siquiera criaturas perfectas. Somos una bella obra creada por un magnánimo alfarero. Llamaló como quieras, piensa también lo que quieras. Yo, si me permites finalizar esta reflexión con una postura personal, pienso que no soy capricho de una casualidad, sino que existo porque en ese entramado que es la vida, en algún lugar, por una mano poderosa, estaba escrito que yo existiera. Sin duda, lo agradezco. Nada hay tan hermoso como tener la oportunidad de vivir muchos días con sus correspondientes amaneceres y atardeceres consecutivos.

Pilar Martinez ( Mayo 2010)

martes, 4 de mayo de 2010

En la distancia



En la distancia

Siento lejos la delicadeza de tus manos,
ese calor que me enseñaste y que, ahora,
en mis soledades frías,
echo tanto en falta.

En la distancia, la ausencia es cómplice,
y el vacío, una herida abierta que duele,
un quejido que se pregunta entre mil porqués,
uno solamente: ¿ Por qué estás tan lejos?

En la distancia, hay espera,
días que se desean saltar de treinta en treinta para que,
ese día señalado en el que volver a verte,
fuese ya mañana, o mejor, ¡ ahora mismo¡

Pero sé que, en la distancia, mañana llegará;¡Sí¡
Porque al amor no lo detiene el tiempo,
Y tus manos y las mías, romperán esa distancia,
se entrelazarán, muy juntas.

Y puede que ya no se separen nunca,
o puede que tengan que alejarse de nuevo,
languideciendo con la despedida,mientras separamos
las puntas de nuestros dedos.

Pero en la distancia, el suave tacto del recuerdo,
nos dará alas en lugar de manos,
y contando de nuevo los días,
llegará ese tiempo en el que, sin distancias, tú me dirás,
y yo te diré: " Te amaré siempre".


Pilar Martinez ( Mayo 2010)