lunes, 29 de octubre de 2012

¿ Qué estás pensando?

Cuando era niña, recuerdo que una de mis profesoras, en las observaciones del boletín de notas puso lo siguiente: " es una alumna trabajadora y muy reflexiva". Aquellas palabras ignoro si se las puso a alguna compañera más de mi curso, pero a mi me calaron bastante porque era la primera vez que una persona adulta conseguía ver más allá de mi timidez por aquellos días. El modo que yo tenía de aprovechar esa falta de valentía para participar más en clase era, precisamente, escuchando y luego reflexionar para sacar mis propias conclusiones.
Con el tiempo, no terminas de vencer la timidez pero de alguna manera la capacidad de pensar para luego dar forma a tus principios te dota también de cierta seguridad y firmeza a la hora de enfrentarte a un  intercambio de opiniones.
Siguiendo aquella buena costumbre de mi niñez, también ahora me detengo observar silenciosamente lo que se mueve a mi alrededor. Opinar, lo que se dice opinar, muchas veces evito hacerlo en voz alta, y  no porque no esté segura de lo que pienso, sino más bien por el hecho de no enfangarme en diatribas que por lo general no conducen a nada, porque también con el tiempo me he dado cuenta de que hay gente a la que discutir le motiva, le divierte,  de tal manera que aunque tú des uno y mil planteamientos razonables, se atragantan para decirte una y otra vez lo mismo sin escuchar en absoluto lo que tú está diciendo.
Para colmo, hay cierto perfil de " opinantes", que te repiten cuán loros parlantes lo que han oído como simples ecos, y con los ecos no se establece debate, pierden fuerza a medida que se repiten, sin embargo, la reflexión es otra cosa, es un tiempo muy preciso que se le dedica a comprender una idea, un suceso, una experiencia...
Algunas veces me gusta leer esas frases que otros pronunciaron, y no por lo verdaderas que puedan ser sino porque no deja de asombrarme la riqueza del ser humano cuando después de someterse al insondable mundo del pensamiento, consigue conjugar las mejores palabras para las más encontradas conclusiones.
Así por ejemplo, siempre me ha gustado esa frase de Pascal, " el corazón tiene razones que la razón no entiende"...un juego de palabras tan inteligente como veráz a la hora de contraponer los sentimientos y las emociones con el raciocinio y el pragmatismo.
No obstante, no hace mucho, al abrir el facebook y ver el espacio donde se puede poner lo que quieras haciendo la pregunta ¿ Qué estás pensando?, me quedé un rato desconcertada porque no estaba pensando absolutamente nada. Y eso fue, precisamente lo que puse en ese espacio en blanco: " no pienso en nada y eso empieza a precouparme

Esto finalmente resultó ser el detonante de estas líneas pues aunque fue una completa tontería lanzada al ciberespacio, tuvo su graciosa contestación por parte de una amiga de mi circulo de contactos: " no te preocupes mujer, de vez en cuando hay que dar a la mente su tiempo de relax".
Con toda su mejor intención, trató de soliviantar mi momento de pensamiento vacío, pero quizá porque no me expliqué mejor, no entendió realmente mi preocupación; no tener nada que decir en mi caso es peor que callar lo que me gustaría decir.
Y es que, en realidad, puede que no se consiga mucho cambiar el mundo o aquello que no nos gusta cuando nos detenemos a pensar, pero de algún modo no sentirse como una balsa a la deriva en lo que concierne al pensamiento te dota de una capacidad de decisión tan buena que ejercerla te hace sentir más persona porque para mí el pensamiento es una introspección en ese interior que absorbe todo lo que le llega del exterior.
Relajarse es un concepto, por el contrario, más para conseguir encontrar un equilibrio entre cuerpo y mente cuando hay sobrecargas no para abandonarse más a la carencia de ideas y pensamientos.
En fin...que pensar, siempre es bueno sobre todo si se hace de un modo inteligente, personal y honesto. Asi pues, aunque lo que pensemos sea erroneo, siempre será mejor que no pensar absolutamente nada, Hipatía de Alejandría pues..pensó muy acertadamente.

Pilar Martinez ( Octubre 2012)

martes, 23 de octubre de 2012


                    El castellano, bien presente mal que pese.

 

Pese a quién pese, y por mucho que se quiera comparar, no existe lengua ni dialecto en el territorio español que esté tan presente como el castellano.

No es ningún alarde de castellanismo, otra cosa es que lo parezca para quienes lo ven como una amenaza en lugar  de una lengua paterna a  la que lingüísticamente tanto debieran agradecerle, pero no lo es. Es una evidencia que se contrapone a los nuevos aires de exclusión que azotan al castellano en Cataluña o en Baleares y que obligan a poner ciertos puntos sobre ciertas íes, pues parece obviarse de dónde nacen algunas cosas y cómo se sujetan.

Para empezar, toda lengua que se precie de serlo ha de ser lo suficientemente intensa y completa como para poder ser traducida literalmente sin necesidad de que coexista con otra para dotarle de  semántica.

Del mismo modo, cabe esperar que se sostenga  con vocablos propios, no con palabras de  una lengua existente a las que se les ha sometido a  variaciones ortográficas  tales como colocar acentos en otras sílabas diferentes a las tónicas de origen, cambiar“ Z” por “ C”, “ J” por “Y” , entre otros o mutilar determinados vocablos eliminando vocales. Estas variaciones y alteraciones  son propias de un dialecto, rico o empobrecido, con mucho o poco bagaje cultural e histórico, pero no de una lengua como tal como puede ser el inglés, el chino o el propio castellano, donde cada una tiene su propia gramática, semántica y vocabulario.

Del catalán hay que decir que es una lengua pero en realidad sólo lo es para quienes así quieren verlo. No soy una experta en tesis lingüisticas pero entre el inglés y el catalán hay un abismo lingüistico, mientras que entre el castellano y el catalán hay mucho cruce de caminos, o dicho de una manera más ilustrada aún, ramas de un único árbol.

 Si de hablar se trata y no en vano me he propuesto hablar claro sobre ello aún a riesgo de estar equivocada, me he sometido a un curioso experimento  con la página Web de la Generalitat de Cataluña y su traductor automático on line.

Elegida la trascripción de castellano a catalá, escribí lo siguiente:

“ Es facil, sencillo, simple, de poca importancia, una sosería, algo vulgar pero tiene su encanto natural “. No me refería a nada en concreto, simple palabrería, pero la traducción literal fue la siguiente: És facil, senzill, simple, de poca importància, una sosería, una mica vulgar però té el seu encant natural ”.

Otra frase más sencilla: El arbol es grande pero está seco.  Traducción literal: L'arbol és gran però està sec.

A estas dos frases, quitemosle la raíz del castellano y ¿ Qué les queda?.

Ni que decir tiene que con las coletillas y los tacos castizos que habitualmente se usan indistintamente en cualquier lugar de España,  la cosa no pintó mejor con el traductor catalán. Determinados insultos, tacos y frases hechas, no encontraron acepción y fueron  trascritos literalmente. Otros, no obstante, consiguieron la transformación. Ejemplo archisonado :  “ coyons”, pero pocos más. Por eso no deja de resultar un poco absurdo a mi juicio que se empeñen tanto en excluir el castellano del ámbito público y cotidiano en Cataluña, en el País Vasco e incluso en Galicia. Por mucha lengua propia que se diga tener, el castellano más casto es un recurso ineludible y de difícil sustitución en momentos de arrebato o para hacerse respetar. Y no lo es menos en aquellas lenguas  donde se demuestra una raíz y un complemento más que considerable en su vocabulario. Así pues, el castellano y su uso o desuso, no es una cuestión de libertades ni de igualdades a la hora de expresarse en un determinado lugar en una lengua u otra, tampoco un obstáculo o algo superfluo que deba excluirse para ponderar vanidades lingüisticas. Muy al contrario de lo que en ciertos territorios se reconoce, sin el castellano y su generosa raíz compartida,  no existiría el bilingüismo. Y eso es un hecho. 

 Pilar Martinez

miércoles, 25 de julio de 2012

La muñeca que un día dejó de serlo

Desde que recordaba, Malena habia sido una muñeca. Eso es lo que le decían todos que era; una bonita muñeca con carita de porcelana, ojos negros, un bonito cabello y...siempre impecablemente vestida.


Era también silenciosa y dócil, capaz de permanecer con su sonrisa y mirada infinita allí donde se la colocara. Era, en realidad, lo único que se esperaba de ella; que fuera una muñeca bonita.


Pero trás esa cara de bonita porcelana y eterna sonrisa, palpitaba un corazón adormecido. Adormecido, sí. Tal vez por inseguridad, o quizá por miedo, pero Malena cada día se decía a sí misma que no debía hacer nada más,  sino sonreir cándidamente pues también se convencía a sí misma  de que, en defintiva,  era lo que se esperaba de ella.

Pero nada permanece dormido demasiado tiempo, menos aún cuando, parte de ese tiempo,  se está con los ojos abiertos.

Sentada como cualquier otro día en ese lugar tenúe en el que acostumbraba a quedarse ensimismada esperando y con la mirada pérdida en un punto lejano y difuso, de pronto, alguién se acercó hasta ella.

Malena sintió una respiración suave cerca de la cara.  El cálido aliento le calentaba las mejillas. Empezó a inquietarse. Nunca antes alguien se había acercado tanto a ella, no de esa manera, era  como si escudriñara su rostro para ver si era real.

Se ruborizó, tampoco había sentido ese calor tan súbito en su rostro nunca. Pero, finalmente, sonrío; sonrío como solía hacerlo, esbozando con los labios apretados una media luna de mejilla a mejilla. Y de pronto, ¡ flash¡, una potente luz blanca le cegó la cara tras escuchar un metálico " click" cerca de su oído.

Una lágrima comenzó a asomar voluminosa en uno de sus ojos negros como botones. Malena no entendía qué le estaba ocurriendo ni porqué esa luz la había perturbado tanto la mirada. Sentía los ojos como secos pero al mismo tiempo con la imperiosa necesidad de llorar.Sin embargo, no se sentía triste, tan sólo desconcertada.

A su lado, un joven no dejaba de observarla; desde un ángulo, desde otro, de abajo arriba, de lado, de frente...y con cada perspectiva, un disparo de su cámara de fotos. No hablaba, sólo miraba a Malena como si hubiera encontrado un hallazgo valioso o, tal vez, queriendo encontrar algo más.


Malena siguió fija en ese punto difuso del horizonte al que miraba a pesar de esa lágrima qué, finalmente, rodó por su mejilla.
Finalmente, esto incomodó mucho a Malena, nadie la había mirado nunca así y en sus mejillas no desaparecía ese pequeño rubor que tan impertinentemente la estaba dejando en evidencia.

El jóven en cambio parecía divertirse. Cada detalle en el que se detenía de la muñeca le provocaba una curiosidad impulsiva que le hacía hacer más y más fotos enfocando cada vez más y más cerca...el vestido de cuadros, el sombrerito de paja, las manos, el pelo trenzado...

Finalmente, el joven dijo  - ¡¡ Qué lástima que no seas más que una muñeca¡¡, e inmediatamente, guardó su cámara dispuesto a marcharse sin más.

Pero malena, a pesar de haber escuchado eso mismo muchas otras veces, en ese momento rompió a sollozar mohina pronunciando las cuatros palabras que desde hacía mucho tiempo había deseado decir: ¡¡¡ No soy una muñeca¡¡¡.

El jovén se volvió subitamente hacía ella movido por ese repentino grito que percibió con un desgarro propio de alguien que estaba sufriendo.

- ¿ Qué has dicho?, le preguntó. Porque...¿ has sido tú quien ha gritado, verdad?.

- ¡ Sí¡, ¡ he sido yo¡....y, no soy una muñeca, volvió a repetir esta vez con arrojo, sin sollozar, como quien desea hacer prevalecer una verdad reveladora.

- Pero yo creí...dijo el joven olvidándose de la cámara y de todas las fotos que le había hecho a Malena.- Estabas tan quieta y...eres tan perfecta...

Malena abrió aún más los ojos si cabe. Muchas veces había oído que era bonita, pero perfecta...eso no se lo habían dicho nunca.

- De verdad..¿ soy perfecta?, preguntó esta vez con voz más quebradiza.

El joven, no sabía qué decir, mucho menos qué hacer en esa situación. El simplemente se había acercado hasta ella porque por alguna razón extraña verla en ese rincón tan silenciosa y sin articular ningún movimiento le hizo sentir curiosidad.

- A mi me lo pareces, sí, contestó en un intento de no contrariarla. Era bonita, pero en conjunto, toda ella le pareció armoniosa, pero tampoco sabía muy bien cómo definir lo que veía en ella.

Malena al escuchar al joven, tan desconcertado como ella con esa situación, quiso mostrar una vez más esa cándidez de la que estaba hecha.

- Todos piensan de mí que soy una muñeca bonita y que es lo único que debo ser, un bonito objeto inmóvil, silencioso, a lo sumo debo sonreir agradecida cuando me miran...como he hecho contigo cuando te has acercado pero...

Su voz se entrecortó. Un pequeño nudo se le estaba formando en la garganta al tiempo que sentía unas ganas irrefrenables de sollozar, pero consiguió controlarlo por un momento.

- Llevo tiempo así...siendo una bonita muñeca que espera que la miren para luego tener un motivo para sonreir, ¿ sabes?..y eso es muy cansado y también ¡ muy triste¡, dijo ahogando en un sollozo las últimas palabras.

- ¿ Cómo te llamas?, preguntó el joven cogiéndola de las manos pequeñas y delicadas que hasta ese momento habían permanecido muy juntas entre la tela del vestido.

-Malena, me llamo Malena nada más.

-Y qué edad tienes?, se decidió a preguntar. Desde un principio era algo que se había preguntado porque no acertaba a definir si era una niña, una adolescente o una mujer más madura.

- No lo sé...dijo cabizbaja. Creo que siempre he sido así, joven, mayor...no lo sé.

Definitivamente, Malena le cautivó. No acertaba a comprender qué era lo que tenía, qué clase de embrujo ejercía sobre él, pero descubrirla lo cambiaba todo.

- No se me ocurre qué hacer para que te sientas mejor, menos triste, Malena...a mí me gustaría llevarte a algún lado, no sé...a pasear tal vez, salir de esta habitación y que veas lo que hay fuera...

Los ojos de Malena se iluminaron radiantes. Nunca antes su cara había esbozado el júbilo como en ese momento.

- De verdad, ¿ me sacarías de aqui?...¿ me llevarías fuera para enseñarme lo que hay detrás de estas paredes?.

- Por supuesto, Malena. Claro que sí. Estás perfecta para eso...y al mundo, estoy seguro de que le vas a gustar mucho.

Pero Malena, volvió a bajar la cabeza.

- Es que soy frágil, puedo romperme...dijo como si fuera, efectivamente, la muñeca de siempre.

Quién sonrió esta vez fue el joven.

- Yo creo que no, Malena. No vas a romperte. Andaremos primero despacio, sin prisa...y después ya veremos si queremos saltar, correr...

¡Saltar¡ , ¡ Correr¡...cómo le ilusionaba eso a Malena.

- ¿ Cómo te llamas?....no me lo has dicho aún, le preguntó curiosa.

- Adrian...me llamo Adrian, como el emperador Adriano pero sin la " o".

- ¿Qué es un emperador?...preguntó  Malena con inocencia.

Una sonora carcajada llenó la habitanción. En un primer instante aquella carcajada pilló a Malena de sorpresa, ella había sonreído muchas veces pero nunca se había reído así, con tanta alegría. Adrian, que ahora ya sabía cómo se llamaba, parecía divertirse y eso también era nuevo para ella.

- ¿ Qué divertida eres?...dijo Adrian finalmente sin poder parar de reir.

- ¿ Divertida?...me estás diciendo cosas que nadie me ha dicho antes y me gusta.

- Pues más te va a gustar salir de aqui y venirte conmigo...

Y cogiendola de la mano, la ayudó a ponerse de pie.

Malena sintió todo el peso sobre sus pequeños pies y para su sorpresa, no se caía...¡ podía andar¡.
Levantó la cabeza para mirar a Adrián y sonriéndole le dijo:

- Vámonos...quiero ver lo que hay ahí fuera.

Y Fue así como Malena, siendo una muñeca bonita, frágil y dócil, cambió esas cuatro paredes en las que había permanecido por ese mundo que como mujer merecía descubrir.










- Pero entonces...

martes, 3 de abril de 2012

El laberinto

Quiero dedicar hoy un poco de espacio en esta bitacora personal en la que de vez en cuando dejo asomar mis pensamientos, a una persona; puedes ser tú, ¿ Por qué no?, no se trata de decir tu nombre ni de que aparezca aqui como una mención especial. No. Un nombre no hace a la persona, sólo es una nomenclatura que además de tí la llevan otras muchas más personas a las que decidieron llamarlas de la misma manera.
Sin embargo, sabrás que eres tú de quien hablo, porque cuando me pides que escriba algo nuevo, o me reprochas cariñosamente que escribo menos, lo haces bajo la secreta intención de llenarte por unos minutos, mientras lees, de todos esos matices en los que te hago pensar.
No voy a hacerte esperar más.
Imagina un lugar en el que solo puedes ver dos colores; azul y verde y que caminas en silencio, despacio, sin prisa, como quien no sabe hacía dónde se dirige pero se deja llevar por la intución.
De repente, una brisa repéntina con aroma a musgo te roza la cara. Levantas la vista y, allí estás: en medio de un largo pasillo con setos muy altos que, al mirar más allá, parecen terminar en otra enorme pared de setos, como si aquello no tuviera salida.
No lo piensas en ese momento, en la salida quiero decir. Piensas en cómo has llegado hasta allí, qué extraños pasos te han llevado a tan delirante situación. Pero, enseguida, te percatas también que de poco sirve pensar cómo estás allí, estás y eso...¡ayy¡, comienza a desesperarte, a instintivamente querer moverte,  a no quedarte allí sin hacer absolutamente nada, a lo sumo piensas en que alguien pueda ayudarte, una mano amiga, tal vez alguien que te quiere....sin embargo, esas enormes y altas paredes verdes pareciendo rozar levemente el cielo, te hacen sentir tan insignificante allí en medio que, al final, decides seguirle el juego; comienzas a caminar y a caminar de un lado para otro, sin saber muy bien si avanzas o giras continuamente sobre el mismo centro. Pero, no puedes hacer otra cosa. Desconoces el rumbo, tampoco la orientación te funciona, únicamente caminas y caminas, a ratos con fatiga, otros con ansiedad, pero todo el tiempo siguiendo una inercia que te domina y que te empuja a seguir.
Después de un rato dentro del laberinto, comienzas a desesperarte realmente. Tiene tan poco sentido encontrarte allí, verdad? que la salida, la empiezas a intuir incierta, y encima, te rodea una silenciosa soledad.
Pero de pronto, el camino se ensancha, se hace más abierto el fondo verde con el que te has topado una y otra vez en ese laberinto. El cielo también empieza a asomar más en panorámico, como queriendo dejar ver más el horizonte....Síiiiiiii, estás en la salida, estás al final de la enorme encruciajada que has soportado. Y respiras profundamente, necesitas creer que dónde te encuentras, es el punto en el cual queda atrás todo lo sufrido. Lo es, claro que lo es. Todo se abre, hay claridad, un camino más definido, un horizonte más brillante...y tus pasos, más firmes, sabiendo, ahora sí, hacía dónde se dirigen.
Y, ¡ qué felicidad te inunda¡, la dificultad te ha hecho disfrutar plenamente de tu logro.
Pues así es la vida, querid@ amig@, a veces, durante un tiempo más o menos prolongado, un laberinto del que no vemos salida. Y ya lo ves, rendirse ante el laberinto, es vivir en una constante desesperación y bajo una inercia en la que no eres tú, sino un somero actor en una tragicomedia.
Así pues, sea cual sea el laberinto en el que te encuentres, ten la absoluta certeza que debes seguir moviéndote para que la salida, en algún pasillo termine abriéndose.  No hay otra forma, y da igual si pasas por el mismo sitio dos veces, equivocarse también sirve para obligarte a rectificar. Lo importante es, primero, saber que se está en un laberinto, segundo, comenzar a caminar, y tercero,  aceptar la desesperación  para, finalmente, obligarse a encontrar la salida.

Ah...y otro detalle más que se me olvidaba mencionarte; todo laberinto, por muy largo, enrevesado o tremendamente encruzijado que  sea, siempre, siempre, tiene una entrada y una salida.