miércoles, 25 de julio de 2012

La muñeca que un día dejó de serlo

Desde que recordaba, Malena habia sido una muñeca. Eso es lo que le decían todos que era; una bonita muñeca con carita de porcelana, ojos negros, un bonito cabello y...siempre impecablemente vestida.


Era también silenciosa y dócil, capaz de permanecer con su sonrisa y mirada infinita allí donde se la colocara. Era, en realidad, lo único que se esperaba de ella; que fuera una muñeca bonita.


Pero trás esa cara de bonita porcelana y eterna sonrisa, palpitaba un corazón adormecido. Adormecido, sí. Tal vez por inseguridad, o quizá por miedo, pero Malena cada día se decía a sí misma que no debía hacer nada más,  sino sonreir cándidamente pues también se convencía a sí misma  de que, en defintiva,  era lo que se esperaba de ella.

Pero nada permanece dormido demasiado tiempo, menos aún cuando, parte de ese tiempo,  se está con los ojos abiertos.

Sentada como cualquier otro día en ese lugar tenúe en el que acostumbraba a quedarse ensimismada esperando y con la mirada pérdida en un punto lejano y difuso, de pronto, alguién se acercó hasta ella.

Malena sintió una respiración suave cerca de la cara.  El cálido aliento le calentaba las mejillas. Empezó a inquietarse. Nunca antes alguien se había acercado tanto a ella, no de esa manera, era  como si escudriñara su rostro para ver si era real.

Se ruborizó, tampoco había sentido ese calor tan súbito en su rostro nunca. Pero, finalmente, sonrío; sonrío como solía hacerlo, esbozando con los labios apretados una media luna de mejilla a mejilla. Y de pronto, ¡ flash¡, una potente luz blanca le cegó la cara tras escuchar un metálico " click" cerca de su oído.

Una lágrima comenzó a asomar voluminosa en uno de sus ojos negros como botones. Malena no entendía qué le estaba ocurriendo ni porqué esa luz la había perturbado tanto la mirada. Sentía los ojos como secos pero al mismo tiempo con la imperiosa necesidad de llorar.Sin embargo, no se sentía triste, tan sólo desconcertada.

A su lado, un joven no dejaba de observarla; desde un ángulo, desde otro, de abajo arriba, de lado, de frente...y con cada perspectiva, un disparo de su cámara de fotos. No hablaba, sólo miraba a Malena como si hubiera encontrado un hallazgo valioso o, tal vez, queriendo encontrar algo más.


Malena siguió fija en ese punto difuso del horizonte al que miraba a pesar de esa lágrima qué, finalmente, rodó por su mejilla.
Finalmente, esto incomodó mucho a Malena, nadie la había mirado nunca así y en sus mejillas no desaparecía ese pequeño rubor que tan impertinentemente la estaba dejando en evidencia.

El jóven en cambio parecía divertirse. Cada detalle en el que se detenía de la muñeca le provocaba una curiosidad impulsiva que le hacía hacer más y más fotos enfocando cada vez más y más cerca...el vestido de cuadros, el sombrerito de paja, las manos, el pelo trenzado...

Finalmente, el joven dijo  - ¡¡ Qué lástima que no seas más que una muñeca¡¡, e inmediatamente, guardó su cámara dispuesto a marcharse sin más.

Pero malena, a pesar de haber escuchado eso mismo muchas otras veces, en ese momento rompió a sollozar mohina pronunciando las cuatros palabras que desde hacía mucho tiempo había deseado decir: ¡¡¡ No soy una muñeca¡¡¡.

El jovén se volvió subitamente hacía ella movido por ese repentino grito que percibió con un desgarro propio de alguien que estaba sufriendo.

- ¿ Qué has dicho?, le preguntó. Porque...¿ has sido tú quien ha gritado, verdad?.

- ¡ Sí¡, ¡ he sido yo¡....y, no soy una muñeca, volvió a repetir esta vez con arrojo, sin sollozar, como quien desea hacer prevalecer una verdad reveladora.

- Pero yo creí...dijo el joven olvidándose de la cámara y de todas las fotos que le había hecho a Malena.- Estabas tan quieta y...eres tan perfecta...

Malena abrió aún más los ojos si cabe. Muchas veces había oído que era bonita, pero perfecta...eso no se lo habían dicho nunca.

- De verdad..¿ soy perfecta?, preguntó esta vez con voz más quebradiza.

El joven, no sabía qué decir, mucho menos qué hacer en esa situación. El simplemente se había acercado hasta ella porque por alguna razón extraña verla en ese rincón tan silenciosa y sin articular ningún movimiento le hizo sentir curiosidad.

- A mi me lo pareces, sí, contestó en un intento de no contrariarla. Era bonita, pero en conjunto, toda ella le pareció armoniosa, pero tampoco sabía muy bien cómo definir lo que veía en ella.

Malena al escuchar al joven, tan desconcertado como ella con esa situación, quiso mostrar una vez más esa cándidez de la que estaba hecha.

- Todos piensan de mí que soy una muñeca bonita y que es lo único que debo ser, un bonito objeto inmóvil, silencioso, a lo sumo debo sonreir agradecida cuando me miran...como he hecho contigo cuando te has acercado pero...

Su voz se entrecortó. Un pequeño nudo se le estaba formando en la garganta al tiempo que sentía unas ganas irrefrenables de sollozar, pero consiguió controlarlo por un momento.

- Llevo tiempo así...siendo una bonita muñeca que espera que la miren para luego tener un motivo para sonreir, ¿ sabes?..y eso es muy cansado y también ¡ muy triste¡, dijo ahogando en un sollozo las últimas palabras.

- ¿ Cómo te llamas?, preguntó el joven cogiéndola de las manos pequeñas y delicadas que hasta ese momento habían permanecido muy juntas entre la tela del vestido.

-Malena, me llamo Malena nada más.

-Y qué edad tienes?, se decidió a preguntar. Desde un principio era algo que se había preguntado porque no acertaba a definir si era una niña, una adolescente o una mujer más madura.

- No lo sé...dijo cabizbaja. Creo que siempre he sido así, joven, mayor...no lo sé.

Definitivamente, Malena le cautivó. No acertaba a comprender qué era lo que tenía, qué clase de embrujo ejercía sobre él, pero descubrirla lo cambiaba todo.

- No se me ocurre qué hacer para que te sientas mejor, menos triste, Malena...a mí me gustaría llevarte a algún lado, no sé...a pasear tal vez, salir de esta habitación y que veas lo que hay fuera...

Los ojos de Malena se iluminaron radiantes. Nunca antes su cara había esbozado el júbilo como en ese momento.

- De verdad, ¿ me sacarías de aqui?...¿ me llevarías fuera para enseñarme lo que hay detrás de estas paredes?.

- Por supuesto, Malena. Claro que sí. Estás perfecta para eso...y al mundo, estoy seguro de que le vas a gustar mucho.

Pero Malena, volvió a bajar la cabeza.

- Es que soy frágil, puedo romperme...dijo como si fuera, efectivamente, la muñeca de siempre.

Quién sonrió esta vez fue el joven.

- Yo creo que no, Malena. No vas a romperte. Andaremos primero despacio, sin prisa...y después ya veremos si queremos saltar, correr...

¡Saltar¡ , ¡ Correr¡...cómo le ilusionaba eso a Malena.

- ¿ Cómo te llamas?....no me lo has dicho aún, le preguntó curiosa.

- Adrian...me llamo Adrian, como el emperador Adriano pero sin la " o".

- ¿Qué es un emperador?...preguntó  Malena con inocencia.

Una sonora carcajada llenó la habitanción. En un primer instante aquella carcajada pilló a Malena de sorpresa, ella había sonreído muchas veces pero nunca se había reído así, con tanta alegría. Adrian, que ahora ya sabía cómo se llamaba, parecía divertirse y eso también era nuevo para ella.

- ¿ Qué divertida eres?...dijo Adrian finalmente sin poder parar de reir.

- ¿ Divertida?...me estás diciendo cosas que nadie me ha dicho antes y me gusta.

- Pues más te va a gustar salir de aqui y venirte conmigo...

Y cogiendola de la mano, la ayudó a ponerse de pie.

Malena sintió todo el peso sobre sus pequeños pies y para su sorpresa, no se caía...¡ podía andar¡.
Levantó la cabeza para mirar a Adrián y sonriéndole le dijo:

- Vámonos...quiero ver lo que hay ahí fuera.

Y Fue así como Malena, siendo una muñeca bonita, frágil y dócil, cambió esas cuatro paredes en las que había permanecido por ese mundo que como mujer merecía descubrir.










- Pero entonces...