sábado, 19 de enero de 2013

Esos días grises...

Como decía aquella canción de Jose Luis Perales, esos días grises del otoño, me ponen triste y al calor del fuego de la hoguera, te recuerdo hoy...
No es otoño, es invierno...un invierno más en el que los presentadores del tiempo anuncian un día trás otro borrascas, ciclones, o como la que está sucediendo estos días, " ciclogénesis explosiva", que dicho así pareciera que el cielo se fuera a romper en dos y nos fuera a caer enicma. Pero sí, el cielo está gris, y a mí me pone triste; triste porque la gente camina por la calle también gris, bajo paraguas y gorros de lluvia en los que apenas les ves los ojos, y las paredes proyectan una luz mortecina que da frío.
Son días de quedarse en casa, al calor de una chimena si se tiene, o junto a un radiador sentado en un sillón de esos orejeros, confortables en el que sólo tu cabes, con un libro, viendo alguna pelicula que ya viste pero que te apetece volver a ver porque te gustó, te hizo evadirte de tu realidad durante una hora y media...y así, o de la manera que tú decidas, estos días grises se convierten en días que pasar sin pensar en otras cosas por hacer. Sea como fuere, que la tristeza sólo sea moméntanea, que el gris sea el preludio de toda la gama de colores que tiene el arco iris, que las lecturas, las peliculas, las conversaciones al calor del fuego de nuestras hogueras queden en esa íntima sensación de sosiego.
Buenos fines de semana de dias grises...
Pilar Martinez

viernes, 18 de enero de 2013

Quien regala, bien vende si quien recibe lo entiende

Las cosas que nos suceden, sobre todo las que no nos gustan, son precisamente las que más nos demuestran la ida y vuelta de determinadas lecciones que aprendimos a medias. Es, lo que bien puede decirse, el vaivén al que la vida nos somete para que, unas veces en un lado y otras en otro, veamos las cosas desde la mayor perspectiva posible y actuar de un modo coherente y positivo en las circusntancias que se nos presenten.
Nunca dejo de reconocer de mí misma que soy vulnerable ante lo que se me presenta con mala fe, de hecho me deja tan tocada que me revelo de un modo demasiado drástico en principio, pero tambien es verdad que necesito muy poco para retomar el rumbo de mis principios y modo de ver las cosas; un pequeño atisbo de espiritu de enmienda o una simple disculpa me basta, eso sí...siempre, siempre, me tomo mi tiempo de reflexión más que nada por simple ejercicio de aprendizaje.
Esta vez, me viene bien pensar en ese sabio dicho: " quien regala, bien vende si quien recibe lo entiende", precisamente porque me gano la vida en una tienda vendiendo y hace unos días me ocurrió una anecdota que, en un principio no quise contarsela a nadie porque me dejó con la amarga sensación de haber hecho el tonto más meridiano.
A mi tienda entró un hombre y una mujer de unos sesenta y tantos  años, no eran pareja, la mujer acogía al hombre en su casa porque no tenía donde ir, algo que me pareció tan atípico como curioso, pero además la mujer acogía en su casa a 12 perros, entre ellos varios galgos que había recogido abandonados en las peores condiciones. Comenzó a contarme sus desvelos con esos animales, cómo les mantenía con su pensión y lo que los animales parecían agradecerlo; el hombre mientras tanto, sonreía de un modo un tanto bobalicón, pero francamente en él no centré mi atención, sino en la mujer que mientras conversabamos empezó a escoger unos collares para dos galgas y unas cuantas cosas más que, en definitiva, compró y pagó religiosamente.
Movida por el corazón y la situación que acababa de contarme la mujer, decidí regalarle un saco de pienso de 14 kg que me había caducado hacía un mes y que tenía en la trastienda sin saber muy bién qué hacer con él. Me pareció una causa buena y un buen modo de aprovechar algo que, aunque no estuviese apto para la venta sí lo estaba para consumo.
En ese momento no púdieron llevárselo porque no traían carrito de compra ni nada y decidimos que se pasarían al día siguiente para recogerlo.
Y así fue, al día siguiente, esta vez el hombre, vino a la tiendacon un carrito y con uno de los collares que habían comprando el día anterior para que se lo cambiara por uno algo más grande.
Le entregué el saco y le ayudé a meterlo en el carrito, era un tanto enquencle el buen hombre, y luego le cambié el collar por  otro modelo que  resultó ser un euro más barato que el que se había llevado el día anterior, detalle en el que honestamente no reparé. Fue el propio hombre quién al fijarse en el precio marcado me dijo: - es un euro más barato no?.
Yo le contesté que sí, efectivamente, era un euro de diferencia, corroborando el precio simplemente, pero el hombre lo que estaba haciendo realmente era reclamarme que le diera ese euro de diferencia.
Me quedé un poco perpleja porque cuando tú actuas de un modo generoso, no es que esperes agradecimiento, pero si esperas que contigo también sean generosos, y aunque bien es verdad que el articulo en el cambio fluctuaba 1 euro de diferencia, cuando te regalan un saco que de 14 kg para que 12 perros coman durante 15 días, hay cosas que por decoro y buena fe no se exigen.
Y así se lo hice saber al tiempo que le ponía el euro en la mano haciendo un nudo a mi orgullo y voluntad herida pues de haberme dejado llevar por el arrebato, no le hubiera dado el saco.
Con esa risa bobalicona que había vislumbrado en el rostro del hombre el día anterior, cogió su carrito y se  fue tan campante, dejándome con la sensación de haber hecho el tonto más tonto del mundo mundial, me quedé con mi voluntad bastante maltrecha incluso llegué a pensar que quizá ni tenían tantos perros ni nada de nada, algo que incentivaba más mi tontuna pues si realmente me habían tomado el pelo, lo habían hecho a costa de mi sensibilidad con los animales.
Fue en ese momento cuando me sobrevino el trabalenguero refranillo de " quien regala, bien vende si quien recibe lo entiende", pues yo había hecho la peor venta regalando a quien tan mal había entendido mi voluntad.
Pero hace unas horas antes de enfrescarme en estas líneas, la mujer ha vuelto a mi tienda. Al principio no la reconocí, llevaba un gorrito de lluvia del que le asomaban unos ojillos húmedos y tiernos.
Mirándome por debajo del ala del sombrerito, me dijo: - Vengo a darte las gracias y a pedirte disculpas...
Lo primero me pareció halagador porque pensé que le había vendido algo que  le había ido muy bien y eso es lo mejor que en una tienda se puede escuchar, pero lo de las disculpas me sorprendió mucho.
Pero de estas cosas que empiezas a rebuscar en tu memoria y de, repente, al volver a mirarla a los ojos, recordé de nuevo todo. - Ah...sí, le dije. Os regalé un saco de pienso, ya recuerdo.
Y cómo si intuyera mi resquemor que volvió a surgir como un ascua en la lumbre, me dijo:
- Te pido disculpas porque encima que nos diste el saco de pienso,tuvo las santas narices de reclamarte el euro de diferencia por el collar...ya me dijo que le habías dicho que no te pareció justo, y tenías toda la razón, lo siento de verdad. Es un hombre que lo acogí por pena pero es tremendamente egoísta, lo he echado de mi casa pero termina volviendo...
 Sigo sin comprender bien el motivo que mueve a esta mujer a mantener en su casa a una persona de semejante categoría personal, francamente, pero por la parte que a mi me toca y que al fin y al cabo es la que debe importarme, agradecí, o mejor dicho, mi voluntad agradeció el gesto de venir a la tienda a disculparse porque lo que dejé en un departamento estanco de mi persona como una venta pésima y mal entendida, dio un giro total cambiando radicalmente el sentido de aquella acción.
La mujer se marchó porque tenía hora con el veterinario que tengo justamente al lado pero no sin antes dejar establecido que volvería para comprar lo que necesitaba para sus perros.
Que venga o no, ya lo comprobaré, y quizá siga siendo una ilusa por creer en la gente, pero de esto he aprendido que algunas veces, las cosas que hacemos, que regalamos, que bien vendemos, al principio no son bien entendidas, ha de pasar tiempo para que, de vuelta, las encontremos el resultado que esperabamos. Otras no, se quedan como quedaron, pero así es como aprendemos, repitiendo lecciones una y otra vez. Somos así de humanos, ¡ qué le vamos a hacer¡.

Pilar Martinez Fernandez



miércoles, 16 de enero de 2013

Mañana ¿ Seguirá habiendo rosas?

Es una preguntas retórica, de esas que no se pueden contestar de forma literal, ni tampoco con certezas, es...¿ cómo decirlo?, una especie de metáfora lanzada al viento que toca sútilmente los pensamientos diversos...
Mañana, ¿ seguirá habiendo rosas?..., te lo vuelvo a preguntar con insistencia, como quien busca que le digas que sí, pero no es esa respuesta la que busco; no. Busco que pienses y observes a tu alrededor, las dos cosas al tiempo, o si lo prefieres, primero observa...luego, piensa. Piensa si te gusta lo que observas, si hay belleza en lo que ves, frescura, aroma, color...o, si por el contrario, ves cosas marchitas, empobrecidas, enrarecidas por la banalidad, o peor, inertes, sin que te digan absolutamente nada...
Yo, vendo flores; no cortadas, sino en maceta; primaveras, pensamientos, clavelinas, margaritas, rosas...y sólo cuando están en grado de primor, la gente las compra. Si las flores van marchitando quedando la planta únicamente verde, la gente no las quiere porque no tienen la certeza de qué flores y de qué color volverán a salir,
Esto es muy curioso; así las ponga más baratas, la gente no las compra. Y pienso que, a lo mejor, creen que intento venderles sólo hojas, una planta que quizá ya no vuelva a florecer más. No lo sé, creo que en el fondo, la mayoría no entiende el ciclo de la vida en sí misma.
Por eso,vuelvo a preguntarte sin intención de que me contestes, sólo que pienses. Piensa si crees sin ver, si ves sin mirar con los ojos, si tus ojos ven más allá de lo inmediato, si más allá crees que seguirá habiendo rosas de aterciopelada textura, o, por el contrario, no te preocupa demasiado porque en el fondo crees que de algún modo se puede vivir sin rosas.
Hoy existe entre nosotros el torpe concepto del gozo por lo inmediato al tiempo que lo consumimos vorázmente. Al día siguiente, hastiados por los excesos, consumidos por lo efímero, somos menos capaces de ver la belleza que brotará en días sucesivos. No es pues la vida lo que se agota, ni tampoco lo que ofrece, sino nuestra vista, nuestro gusto, nuestro olfato...nuestros cinco sentidos para percibir la vida misma.
Así pues, ante la pregunta: Mañana ¿ seguirá habiendo rosas?, piensa si por el camino, has perdido alguno de tus sentidos que te impida verlas, olerlas, tocarlas...esa y no otra, es la pregunta que debes hacerte, pues las rosas, como cuánto se puede percibir en esta vida, pueden o no ser prescindibles, eso sólo tú puedes determinarlo, pero nadie por tí puede descubrir la belleza, ni tampoco contartela...te corresponde a tí percibirla para embriagarte de ella. ´

Ilusiones


Según cuenta una tradición navideña,  llegado el último día de fin de año, el muérdago se debe regalar y colgarlo en la casa cerca de la puerta de entrada para que toda la familia tenga salud y  buena suerte.

Del mismo modo, dice también la tradición que la pareja que se diera un beso bajo una rama de muérdago tendrá felicidad asegurada para toda la vida.

Al año siguiente, el muérdago hay que quemarlo y sustituirlo por otro nuevo para que la buena suerte continúe.

Como tradición es curiosa e incluso, por qué  no decirlo, también con cierto halo de magia pues no en vano esta planta era muy utilizada por los druidas celtas para hacer sus pociones contra los malos espiritus.

 Queramos creer en ello o no, lo cierto es que siempre que comienza un nuevo año, nos proponemos cosas, queremos que todo fluya de una manera renovada, ilusionados ante la perspectiva de un tiempo que tenemos por delante y sobre el que proyectar buenos propósitos, nuevas metas,  en definitiva, una nueva cifra en el calendario que nos invita a mejorar para procurarnos un sano equilibrio interior.

Y, es que, nos dejamos querer por las ilusiones, esa es la sensación,  ya sean con ciertos toques tradicionales y mágicos o con una esperanza íntima y silenciosa, y lo hacemos porque en cierto modo lo necesitamos; necesitamos ilusionarnos, creer que siempre hay algo bueno esperando.

Quizá por eso y pensándolo con un poco de detenimiento, también es necesario interiorizar en nuestro ser para descubrirnos. A menudo,  la vida se torna tan complicada y caprichosa que es inevitable sentir mordeduras en nuestras ilusiones. Nuestra vulnerabilidad ante las decepciones, las frustraciones, los desengaños suele estar tan a flor de piel que no es raro perder ilusión por el camino. ¿A quién no le ha pasado alguna vez?...esperar algo con entusiasmo y ver que no llega o no es lo que esperábamos. Pero, de estos  varapalos, hay que saber trascender, elevarse para no caer en la inercia del desencanto, pensar que una vaguada en el camino es el preludio de otra colina en la que asomarse y ver otro paisaje.

No hay duda que nuestra actitud en la vida también determina  nuestras ilusiones. El sentido de una tradición, la magia que puede o no provocar en los acontecimientos,  adquiere consideración en la medida que nosotros nos posicionemos. Si de algo sirve detenerse durante un rato para escucharnos a pesar de nuestro frenesí cotidiano, es para destaparnos al entusiasmo, para encender esa chispa interior que motive la capacidad de sorprendernos, sólo así la vida puede manifestarse con espontaneidad ante lo que está por suceder sin que nos lleve a confundirnos con la ensoñación o lo irreal e imposible, cosas bien distintas y que son las que aumentarían la frustración.

En estas fechas en las que estamos, la ilusión por el año que comienza  no debe únicamente motivarse por lo que podemos llegar a atesorar o poseer,  sino aquello que vamos a acoger en nuestro haber, que son simple y llanamente vivencias, aprendizajes, momentos únicos con quienes queremos o con quienes están por conocerse…

Así pues, con muérdagos o sin muérdagos en las entradas de nuestras casas, creamos o no en determinadas magias y tradiciones, lo que sí debemos mantener son las ilusiones  ante aquello que sin acertar a explicar, contribuye a mantenernos expectantes, esperanzados y abiertos a cada acontecimiento que está por vivirse.

 Yo por mi parte, pondré a la entrada de mi casa unas cuantas ramitas de muérdago con la ilusión, si Dios quiere, de que  este año siga teniendo la oportunidad de seguir haciendo lo que hago con salud.

A vosotros, únicamente deciros que el nuevo año os ilusione y os ofrezca mucho, mucho por vivir…

                                       Pilar Martinez Fernandez.