jueves, 8 de julio de 2010

El canario que sabía iba a morir


Hoy, un pajarillo ha muerto en mis manos. Era un canario amarillo, algo pintosillo en la testuz de su diminuta cabezita, y, en sus alitas, pareciera que un tiznón de carboncillo le hubiera quedado desdibujado en las plumas. Era singular sin llegar siquiera a lo excepcional pero lo había puesto en la jaula junto a una hembra para que tuvieran descendencia.

Al verlo mustio, alicaído en la parte baja de la jaula, lo cogí suavemente. No opuso resistencia, no aleteó, ni tan siquiera se sintió estrasado como suele ocurrirle a los pájaros cuándo sienten la mano del hombre sobre sí. Se dejó coger e incluso se acurrucó en mi mano al tiempo que encogía las patas. Al instante siguiente, ladeó la cabeza y comenzó a cerrar los ojillos lentamente.

A mi lado, estaba un amigo que, al ver la escena me dijo:- Se ha despedido de tí, ha esperado que lo cogieras para morir tranquilo.

No comprendí en ese momento qué había podido ocurrirle a esa tierna avecilla; un golpe de calor, tal vez, una muerte súbita sin más...no lo sé, pero la sensación de sentir marchar una vida en tus manos por muy absurdo que pueda parecer sentirlo por un pajarillo, me dejó tocada la fibrilla sensible.

He tenido varios animales a lo largo de mi vida, por tanto también puedo afirmar que por el camino se han ido quedando poco a poco, algunos de viejos como mi primer perro Hobo, otros por accidente como Milo o Copo y otros desaparecidos como mi última gatita Princesa.

He sufrido durante un tiempo moderado todas esas pérdidas sin embargo siempre me he quedado con una sensación que si bien no acierto a explicar, por el contrario me ha llevado a preguntarme si, en todo momento, esos animales presentía que iban a morir.

Hobo murió intentando llegar al lugar donde sabía que estaba la familia; igualmente lo intentó Milo con su pata destrozada.

Aquellos que queremos a nuestros animales, sabemos que algún día habrán de morir. Cuando llega ese momento, lo que más te preocupa es que no sufra pero sobre todo, poder despedirte de él.

La mirada de un perro, hasta el final de sus días, siempre busca los ojos de su amo. En el último instante de su vida, esa mirada se convierte en la mayoría de las ocasiones en un " gracias" por haberle dejado vivir junto a tí, por eso siempre he puesto en tela de buen juicio la capacidad de los animales para saber cuando era tiempo de marcharse.

Creo que no hay que entender a los animales desde nuestro sentir humano, ellos funcionan a otro par más instintivo, y seguramente menos apegado a lo terrenal, por eso quizá lo aleccionador está en que aceptan que se agotó su tiempo y sólo buscan a última hora morir con serenidad.

Ese pajarillo que hoy he visto morir y que sabía iba a morir, puede que al sentirse en mis manos encontrara ese sereno reposo para expirar, pero de cualquier forma y muy a mi pesar, ante lo inevitable, preferí estar en el momento justo en lugar de llegar tarde. Era sólo un pájaro pero, mientras vivió, hizo lo que tenía que hacer; alegrar mi tienda y eso es más de lo que algunas contadas ocasiones hacen algunas personas, lamentablemente.


Pilar Martinez Fernandez ( julio 2010)

2 comentarios:

  1. Entiendo ese sentir triste por un animal, como tu sabes,algunos animales cuando se van dejan un vacio, el vacio de un amigo especial.Un beso

    ResponderEliminar
  2. Y son amigos, realmente y mucho más fieles a la amistad que nosotros, pero mejor lo dejamos estar, sólo aquellos que tenemos " bichos" podemos comprender ciertas cosas...

    ResponderEliminar