Muchos son los pueblos que, entre su más enraizada tradición y cultura popular, guardan en la memoria y con orgullo leyendas de batallas y gallardías que, además de ennoblecerles, dejaron su impronta en el acontecer de la historia.
A medio camino entre lo heroico y lo legendario, cuentan que a escasos kilómetros de Valladolid, en un altozano a orillas del rio Pisuerga, una villa decidió poner fin a una injusticia con determinación y valentía.
De lo que allí aconteció, la mujer tuvo relevante importancia pues fue su rebeldía en aras de su honor la que afloró en contra del acatamiento y sumisión que por su condición se le exigía.
Es, por tanto, de rigor y justicia conocer lo que ennobleció a este pueblo y lo que le llevó a llamarse como se llama, pues no es casualidad dicho nombre ni un simple juego de palabras, sino consecuencia de unos hechos que por sus mujeres y a ultranza, dio en llamarse...Simancas.
La Leyenda de “ Las siete doncellas de Simancas”
La Leyenda de “ Las siete doncellas de Simancas”Cuentan que en Simancas, Bureva para los moros, Abderramán salió mal parado.Pidió doncellas el rey moro y hasta allí fue a buscarlas, pero en lugar de doncellas, lo que encontró en la villa fueron lanzas y la peor de sus batallas.Y es que la historia dice que, precisamente por vencer Abderramán II al Rey Ramiro I del Reino de León en la guerra que mantenían, el rey moro le exigió al rey cristiano un tributo que debía pagar con premura y sin dilación.No queriendo el rey Ramiro más guerra sino paz, decidió cumplir con el tributo, más el pago era grave pues no se trataba de dineros ni salarios sino de cien doncellas de todo su reino cada año.Pero bien es sabido que, una cosa es lo que manda un rey y otra bien distinta lo que debe acatar su pueblo y he aquí que en esta ocasión, el rey cristiano pese a no querer soliviantar al emir moro ni querer más guerras, habría de enfrentarse de nuevo a él pues, aunque aceptó, efectivamente, dar tal contribución con cien jóvenes doncellas de todo su reino, no lo aceptó así la villa de Bureva que al saberse proveedora de tal tributo con sus doncellas, decidió rebelarse y poner fin a tan vil impuesto. Así pues, es menester contar los hechos tal y cómo acontecieron.
“ A la villa le llegó el requerimiento de siete de sus doncellas, el número de muchachas que en equivalencia les correspondía de las cien que se requería.Las autoridades lo hicieron saber al pueblo siendo pedidas a tal efecto y para posterior sorteo, hermanas, hijas y parientas en edad de casamiento.Conocidos los insidiosos deseos del rey moro con sus honrosas doncellas, la aflicción se apoderó de las gentes y el temor corrió por las calles y casas de Bureva pues en casi todas había una joven doncella que podía, pobre de ella, ser requerida y sorteada.Para evitar huidas, en las puertas de las casas de jóvenes casaderas, se aposentaron centinelas hasta el día del sorteo mientras los parientes, padres, madres y hermanos acudían a la iglesia para pedirle a Dios que librara de tan miserable destino a quien con tanto desvelo guardaban en casa.Pero como a todo requerimiento le llega el momento de cumplir con lo requerido, llegó el temido día del sorteo y en la plaza todos se reunieron para escuchar de las autoridades los nombres de las siete doncellas.Siete salieron y siete nombres se escucharon con temor:Leonor, Lucía, Laura, Eva, Isabel, Yolanda y, por último, Inmaculada.Al instante, lamentos y gritos clamando al cielo de los padres, hermanos y parientes de las siete jóvenes desgraciadas cuyos nombres se anunciaron en tan aciago momento.Tantas suplicas habían sido vanas. Sin remedio se las llevaban para encerrarlas en la torre del castillo hasta el día que, al rey moro, le fueran entregadas.Cuentan que iban las doncellas llorosas y desgreñadas, con los ojos enrojecidos y descompuesto el rostro, mientras las madres iban detrás, gritando y maldiciendo al rey moro por querer quitarles¡ ay de sus pobres niñas¡, toda su virtud y honra.En la torre del castillo las siete quedan confinadas, suspirando y llorando sin consuelo, hasta que la mayor, la más gallarda, después de enjugar sus lágrimas, a sus compañeras muy resuelta les dijo:“ Desventuradas doncellas, quién en el mundo pensó que para echar a los perros estáis vosotras y yo. Más valiera morir que aceptar lo que se aceptó, cortémonos pues las manos, la primera seré yo”.Cortémonos los cabellos, cortémonos pues las manos, desfiguremos los rostros con la sangre que manemos.Pongámonos horrorosas y así no querrán llevarnos, no querrán tomar favor si el cuerpo desfiguramos”.De tales palabras, la leyenda dice que las otras seis doncellas con sendos cuchillos que sacaron se cortaron los cabellos y el rostro desfiguraron, más la mayor que había hablado, con un golpe firme y certero se cortó una de sus manos.Viendo aquello las otras seis, tampoco vacilaron. Una a una fueron imitando a la mayor cortándose, todas, una de sus manos. Y cuentan que en la celda de aquella torre, siete gritos de dolor se escucharon; el de siete doncellas que, con honra y por su honor, mancas se quedaron.Más la cosa no quedó en esta determinación. El pueblo enseguida supo lo ocurrido con sus jóvenes mujeres y decidió tomar partido al tiempo que, a los moros, de Bureva les llegaba la noticia que siete doncellas agonizaban mancas por negarse a ser entregadas.El pueblo exaltado estaba decidido a defender a sus siete doncellas que en el castillo, y con tanta determinación, sus manos habían cortado.A las puertas del castillo, llegaron los moros dispuestos a llevárselas por la fuerza, más lo que vieron, no les gustó.En la celda encontraron los moros a las siete doncellas, en estado de agonía, desfiguradas y mancas.Viéndolas así el rey moro dice:“ Si mancas me las dais, mancas no las quiero”.Y enseguida ordenó a los que gobernaban la elección de otras siete doncellas que sustituyeran a las que se habían quedado desfiguradas, desgreñadas y mancas.Pero a los que allí gobernaban, este segundo requerimiento les pareció del todo desmesurado y acordaron dar cuentas al Rey Ramiro no sólo de la nueva exigencia de Abderraman II, sino de lo acontecido en el pueblo con las doncellas que habían sido requeridas y que, con arrojo habían decido quedarse mancas antes que ser entregadas al rey moro.A tal cuestión, el rey cristiano en silencio escucha las malas noticias que de Bureva llegan. También lo escucha la corte.Los rostros se crispan. Se piensa en la venganza. Una voz alta y firme se alza a los presentes:“ Qué hacemos los hombres quietos, cuándo las tiernas doncellas solas defienden su honra. Solas con gran entereza.Ejemplo nos dan a todos aguerridos caballeros (....), y nos dicen que por su honra volvamos.”A esto, los caballeros en la corte responden y deciden que han de luchar como nobles por la honra de sus pueblos y sus mujeres, declarando la guerra a los moros pues por honor mil veces prefieren morir como nobles caballeros que vivir como cobardes.El rey moro intenta negociar pidiendo los quinientos sueldos que el rey Ramiro I había ofrecido por cada una de las cien doncellas si no cumplía el acuerdo. Pero el pueblo había hablado por boca y determinación de sus mujeres y al moro negó uno y otro tributo retándole a que viniera a tomarlo de las puntas de sus lanzas pues no iban a permitir más ni tributos ni amenazas.Se levantan pues en armas todos los caballeros de pueblos y ciudades y hacía Bureva parten de todos los lugares para defender a sus doncellas, a las cien de todos los pueblos, a las siete que quedaron mancas por gallardas.
Posteriormente, ya en el 939, 6 de agosto para más reseña en el acontecer de la historia, se libraría la famosa batalla " Del barranco".
Nada obtuvieron los reyes y caudillos moros a partir de aquello, ni doncellas ni tributo. De Simancas salieron huyendo con sus tropas, dicen que hacía Zamora, más nunca olvidaron los moros que, en Bureva, tanto les humillarán.Cuenta la tradición que, las doncellas cristianas, a sus casas no regresaron. En un convento de monjas, mancas y vírgenes quedaron.De esta historia curiosa y ejemplar, Bureva, el pueblo de las Siete Mancas, su nombre por el de Simancas cambió y esta coplilla salió:
Posteriormente, ya en el 939, 6 de agosto para más reseña en el acontecer de la historia, se libraría la famosa batalla " Del barranco".
Nada obtuvieron los reyes y caudillos moros a partir de aquello, ni doncellas ni tributo. De Simancas salieron huyendo con sus tropas, dicen que hacía Zamora, más nunca olvidaron los moros que, en Bureva, tanto les humillarán.Cuenta la tradición que, las doncellas cristianas, a sus casas no regresaron. En un convento de monjas, mancas y vírgenes quedaron.De esta historia curiosa y ejemplar, Bureva, el pueblo de las Siete Mancas, su nombre por el de Simancas cambió y esta coplilla salió:
“ Por librarse de paganoslas siete doncellas mancasse cortaron sendas manosy las tienen los cristianospor sus armas en Simancas”.
Y así ha sido y así se cuenta. En el escudo de Simancas, siete manos de siete doncellas gallardas, que por honor prefirieron quedarse mancas que ser, para un rey moro, vulgares esclavas...
Texto libre recreado y entresacado de la “leyenda de las Siete Doncellas de Simancas” de Francisco Javier Alonso Del Pino, del cuál se incluyen algunos pequeños fragmentos y que se puede leer íntegramente tal y como magistralmente la ha escrito su autor después de una exhaustiva labor documental en http://www.valladolid-es.info/leyenda-simancas.htm http://www.aytosimancas.es/desarrolloSecciones.php?art_id=14.
Huellas de la leyenda
Simancas, después de lo contado, es un lugar en el que vale la pena hacer parada y fonda. No debemos conformarnos con la estampa que ofrece al viajero desde la carretera, es casi obligado llegar a los pies de su castillo y caminar siguiendo las huellas que ya desde la propia calzada podemos ver marcadas para guiarnos y revelarnos paso a paso lo que, a pesar de tantos años transcurridos, perdura de su leyenda.
Siete manos blancas, puras como lo fueron las siete doncellas de Simancas, nos inician en un recorrido por las calles de una villa que conserva un sabor medieval castellano muy singular.
Calles empedradas y estrechas bajo las almenas y torres vigía del castillo, hoy archivo nacional histórico, nos llevan a imaginar sin mucho esfuerzo el pulso y sentir de un pueblo que no sólo tuvo el coraje de defenderse de la caprichosa e indolente política mora, sino también de conservar su propia identidad y carácter.
Todo en Simancas recuerda a “ sus mancas y su valiente arrojo: un monolito en relieve con un epitafio en letras doradas. Escudos de la villa por doquier con siete manos como emblema principal. Un templete sostenido por siete columnas de piedra y, como no, un puente romano peinando el río Pisuerga con sus ojos ojivales de piedra desde el cual es fácil recrear ese paso firme y decidido de los caballeros cristianos al frente del Rey Ramiro cruzándolo para defender el honor de “ sus doncellas”.
No obstante, no todas las huellas son visibles. A menudo son las propias gentes quienes mejor pueden ilustrarnos de los secretos a voces que guarda un lugar, pero no es menos cierto que, también a veces, la propia indiferencia de algunos de los que pueblan un lugar, o quizá la inconsciencia, pueden borrar para siempre lo que bien hubieran podido conservar e ilustrar su bagaje histórico.
En viejas guías aparece una fuente homenaje al labrador con siete grifos simulando siete manos. Es tarea inútil buscar esta fuente en el lugar que se asentaba, un espacio privilegiado en medio de la Plaza Mayor junto al templete. Hay ocasiones en las que, las remodelaciones y restauraciones, trastean y anulan significativos emblemas en aras de lo funcional sin tener en cuenta no sólo el valor de lo añejo, sino lo que enriquece y nutre a la propia identidad del lugar. Esta fuente, por alguna razón, a quienes proyectaron la remodelación de la Plaza Mayor, les estorbaba y decidieron quitarla, eliminando un elemento cuándo menos interesante y curioso pues además de la peculiaridad de sus grifos recordando la leyenda, estéticamente era digna de contemplar por sus escalonadas piletas por las que discurría el agua hasta culminar, como no podía ser menos tratándose de un homenaje al labrador, de un arado forjado en hierro.
Pero de lo perdido, ya no hay remedio. En Simancas, sólo alguna foto de “ La Fuente del Labrador” puede completar la búsqueda de esas huellas que recuerdan la leyenda además, naturalmente, del testimonio de la gente del propio pueblo.
Otros vestigios visibles
Aunque todo parece apuntar como hecho más relevante cuánto aconteció de la leyenda, lo cierto es que Simancas conserva otros vestigios más remotos.
A escasa distancia del núcleo poblacional se encuentra El sepulcro colectivo de Corredor de Los Zumacales, un fenómeno megalítico enclavado en lo que se hace llamar el Valle Medio del Duero y en el cual se encontró un dolmen de aquellos tiempos prehistóricos.
Del mismo modo cabe también tener en cuenta que, Simancas, quizá por su estratégica situación a modo de minarete de la vega del rio Pisuerga, fue lugar escogido como asentamiento por los vacceos, los romanos y los musulmanes, condición y circunstancia que, inevitablemente, dejó sus marcas y rastros que, en su conjunto, dotan a esta villa de un impresionante interés cultural, histórico e incluso popular.
Tambien cuentan que...
...Simancas, tiene horadadas sus entrañas y que, en tiempo de la ocupación mora, existía un pasadizo que recorría enteramente Simancas desde el foso del castillo hasta el mismo río y que servía de conducto y vía de escape en tiempos de la ocupación musulmana.
Los viejos del lugar aseguran la existencia de ese pasadizo conocido por “ La cueva de la mora”. Hoy es difícil hallar ese corredor íntegramente pues, Simancas, también se caracteriza por las bodegas subterráneas que albergan muchas casas y existen infinidad de puertas que franquean aquello que, en origen, fue dicho conducto hacía el río desde el castillo, pero de la leyenda dan fe y toma su nombre los propietarios del Pub “ La cueva de la mora”, un lugar de encuentro y de música en directo en un marco incomparable pues, no sólo el local está decorado con gusto y es acogedor, sino que además ofrece la posibilidad de disfrutar de una copa o un buen vino en un lugar, quizá único en España, pues puede decir sin presunción ni mentira que tiene un castillo en su terraza.
Así es como se invita al visitante si leemos un letrero al principio de la empinada Calle del Archivo dónde se encuentra ubicado este pub : “ Tenemos un castillo en la terraza”. Y es que, con sólo levantar la vista, el impresionante castillo irrumpe presidiendo la más inmediata panorámica, haciéndonos una vez más participe de lo singular que ofrece esta villa si nos detenemos a mirarla.
Recomendable, desde luego, acercarse hasta este pub para conocer de primera mano otra pequeña leyenda que se cuenta en Simancas además de pasar un buen rato en un local pintoresco y con buena música.
Siete “ síes” en Simancas.
Así pues, y si es menester del viajero, parar en Simancas, siete “ síes” es de rigor recomendar además de empaparse de la leyenda de sus siete doncellas mancas y seguir sus huellas.
El primero, su castillo medieval, más con porte de palacio que fortaleza militar casi tocando ese inmenso cielo azul que acostumbra a verse en Castilla cuándo el tiempo es de bonanza.
Alberga el archivo histórico nacional motivo que impide entrar en su interior y visitarlo pues sólo se permite la entrada a investigadores e historiadores acreditados, pero aún así, merece la pena llegar hasta sus puertas para, comprobar in situ, su imponente envergadura.
El segundo, el “ hospital”; un modesto edificio del siglo XVI que se fundó para recoger y curar a pobres, forasteros y huérfanos de la Villa y que cerró sus puestas en el año 1840. En su fachada se pueden ver sendos escudos: uno el de la villa y otro el emblema de “ El divino pastor”.
El tercer “ sí”, para la Iglesia de San Salvador, un templo abierto no sólo para la oración y el culto sino también para descubrir pequeñas joyas religiosas y litúrgicas guardadas bajo la penumbra y el olor a incienso de sus muros de piedra.
El cuarto, el rollo jurisdiccional; un pequeño monolito que descubrimos tras caminar por estrechas callejuelas hasta una balconada abierta a la inmensa panorámica que ofrece la ribera del Pisuerga. Este mojón recuerda los litigios que también el pueblo mantuvo por su jurisdicción y de la cuál le eximió definitivamente Felipe II.
El quinto “ sí”, viene acompañado de un profundo río; El Puente Medieval cruzando el Pisuerga de una a otra orilla.
Llegar hasta su pasarela de piedra y verlo tan robusto, inevitablemente lleva a preguntarse cómo ha podido resistir el paso del tiempo, siendo como ha sido hasta hace bien poco, paso casi obligado de tráfico rodado para quienes llegaban al pueblo por El Camino Viejo de Simancas, como se conoce por allí a la otra carretera que lleva a Valladolid.
El sexto y séptimo “sí”, han de venir unidos casi como colofón a todo un derroche de historia al tiempo que se busca, si el estómago y la sed lo pide, un lugar dónde dar gusto al buen yantar y al buen beber. Varios son los restaurantes y mesones que salpican Simancas, pero no es menos cierto que llegar a la Plaza Mayor es sin ninguna duda encontrarlo definitivamente todo para dar por bien cumplida la visita a la Villa.
Restaurantes y bares nos esperan junto al Ayuntamiento, un edificio de corte neoclásico con soportales y escudo real que mira de soslayo a un templete sostenido por siete columnas de piedra y que ha sido y lo seguirá siendo gracias a que no ha sucumbido por fortuna a la vil piqueta, testigo y cómplice de fiestas y tradiciones que al uso se celebran el 6 de agosto con la recreación del requerimiento de la siete doncellas y en la semana del 8 de septiembre en honor a Nuestra Señora del Arrabal con encierros, capeas y bailes.
Asi pues, caminante y viajero, si usted llega hasta esta villa desde el Sur, desde el Norte, Este u Oeste o desde el extranjero, dígale “ Sí” a Simancas, pues de aquello que dijo Abderraman II, “ Si mancas me las dais, mancas no las quiero”, surgió la leyenda que dio gloria y honor a este pueblo en aquel tiempo.
Pero no duden vuestras mercedes que, la gloria perdura en el tiempo en la misma medida que la conocemos, recordamos y, por supuesto, la conservamos. La leyenda de un pueblo y de sus siete doncellas mancas, después de lo contado, en nuestras manos, y nunca mejor dicho, queda.
Texto y narración:
Pilar Martinez Fernandez.
Reportaje gráfico:
Ángel Gomez
Fotografía Villagrá ( foto de la Fuente del Labrador).
Agradecimientos:
Oficina de Turismo de Simancas
Elena Hernandez de la Iglesia ( guía de la oficina municipal de turismo de Simancas).
Pub “ La Cueva de la Mora”.
Aclaraciones y puntualizaciones al articulo:
la leyenda de las siete doncellas. Esta tiene lugar en la época de Ramiro I y Abderramán II. La Batalla de Simancas se da entre Ramiro II y Abderramán III, en el año 939, casi un siglo después, mientras que Almanzor, militar y caudillo del califato de Córdoba es aún posterior, habría que situar sus actuaciones a finales del siglo X.
pues que decirte que me ha gustado tu reportaje y ue anque soy castellana no cocia la historia completa "que verguenza" jajaja
ResponderEliminarBueno, pues para eso estamos quienes viajamos, preguntamos, investigamos y luego nos lanzamos a escribir, amiga. Que al menos el esfuerzo valga la pena y si además se despierta la curiosidad para visitar el lugar, pues mejor que mejor. Tu, al menos, tienes interés, no sólo como castellana sino como ciudadana de el mundo, por saber y conocer, y hay tanto en España deseando ser descubierto....
ResponderEliminarUn beso, y ya veo que a burra nadie te gana jajaja.,..te ha costado poner el comentario por fallos tecnicos pero al final, no ha podido la tecnologia contigo. Muy bien, compañera...así te quiero ver yo, sin rendirte nunca.
Pili
Que decir Pili, BRAVO, muy currado,sencillamente encantador,FELICIDADES, espero que halla mucha gente que descubra por Ti, estas y otras historias que en definitiva nos dicen algo muy importante de lo que somos y lo que fuimos. Sigue asi, nos transmites esa sensacion de, !querer saber más¡.
ResponderEliminarLo dicho FELICIDADES.
Un abrazo,
Angel Gomez
Gracias. La verdad es que ha sido apasionante escribir este reportaje, pero también hay que decir que a veces, una buena imagen vale más que mil palabras y este reportaje, es justo decirlo, tiene fotografías que apoyan y ayudan a trasmitir lo visto y descubierto.
ResponderEliminarGracias Angel por las fotografías que has realizado para este trabajo de manera totalmente generosa y desprendida. Sabes que en esto de la fotografía, siempre he pensado que una buena camara es importante pero siempre que venga acompañado de un buen ojo.
Asi pues, desde aqui, también te animo a que sigas tu busqueda y captura de imagenes con tu Nikon.
Pili
Querida Pili, yo también tengo que reconocer que no conocía la historia completa y menos los detalles tan interesantes que nos relatas. Gracias por hacernos partícipes de ellos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Miguel
Me ha gustado el reportaje, es muy interesante, aún así me parece mas verad hablar de leyenda, no de historia. Todos sabemos que "Simancas" no viene de "siete mancas", el nombre es de origen romano. Es estupendo creer en leyendas y ésta es muy bonita pero no olvidemos la historia, es la nuestra y también es muy interesante, aunque no tan bonita. Enhorabuena por tu blog
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