lunes, 12 de septiembre de 2011

El baile de la vida




Muchas veces me he figurado que la vida, en cierto modo, es como un baile, o mejor dicho, como un enorme salón de baile y que nosotros somos bailarines, danzantes al son y al compás de una melodía cambiante, a ratos más rápida, otros más lenta. Y cada vez que he pensando en ello ha sido porque de algún modo he experimentado la desazonante sensación de ir descompasada, como si perdiera el paso o me quedara en un estado de impasse. Esto no deja de ser curioso porque si se piensa, en definitiva, todo se termine reduciendo al complejo hecho de tener que aprender a bailar para movernos por la vida.


Pensemos pues en ello. Yo os pregunto: ¿ Os habéis propuesto en alguna ocasión aprender a bailar?. Quizá sí, ¿ verdad?. Ahora que están tan de moda los bailes de salón, los ritmos latinos y demás, hay muchas personas que dedican un poco de su tiempo a esta cuestión. Algunos de vosotros puede que lo hayáis intentado, otros quizá digan eso de que no aprendieron nunca a bailar porque no tienen sentido del ritmo, pero quienes lo habéis intentado e incluso logrado, seguro que experimentasteis esa sensación algo patosa de moveros descoordinados, como si el ritmo y la música fueran por un lado y nuestro cuerpo por otro. Luego eso va cambiando paulatinamente, va surgiendo cierta sintonía entre cuerpo, pies y música y es cuando se empieza a disfrutar del baile.


Yo recuerdo que cuando me decidí a aprender a bailar jotas castellanas, mi principal problema era que siempre giraba al sentido contrario, esa pequeña dislexia para distinguir la derecha y la izquierda me la jugaba constantemente, pero lo peor no era el giro mal dado sino lo que hacía después; pararme en seco sin saber cómo continuar. Me bloqueaba de tal manera que no era capaz de volverme a enganchar al baile y para cuando me decidía a hacerlo, encima seguía mal porque ya caía en cierto desaliento.


Después de varios fracasos de ese calibre, la profesora decidió contarme un pequeño truco: - Tú aunque te equivoques, sigue saltando, sigue moviéndote, ¡ no te pares¡, si te paras es cuando de verdad se nota el fallo.


Yo recuerdo que pensé al principio: ¡ Pero cómo voy a seguir moviéndome¡, ¿ hacia donde si ya voy en sentido contrario?. Se me notará aún más...


Pero resultó que tenía razón la profesora. No era en sí tan nefasto el equivocarme de lado o de paso, sino el hecho de quedarme parada y a la deriva. un giro en sentido contrario se subsanaba con unos pocos pasos para sincronizarme con el de al lado e ir a la par, y si se daba un paso cambiado, enseguida , al seguir saltando limpiaba ese mal efecto en cuestión de un segundo para enlazar con el paso correcto.


Fue a partir de este descubrimiento cuando comencé a tener menos miedo a equivocarme y a disfrutar bailando, como bien decía al principio.


En la vida, si extrapolamos esta lógica en lo cotidiano y en aquello que debemos afrontar mientras vivimos, es fácil darse cuenta de que no hay nada peor que quedarse quieto y frenar cuando hay algo discordante que nos confunde, o en el caso aún más delirante, cuando somos nosotros quienes provocamos esa discordancia.


Si imaginamos, efectivamente, que pasamos toda la vida intentando llevar un ritmo y un compás de vida en el enorme salón de baile que es la propia existencia, podemos igualmente imaginar que en algún momento la melodía nos va a pillar con el paso cambiado o que nos guste más seguir un ritmo mejor que otro, o que incluso otros nos cojan de la mano para bailar en pareja. Y siendo esto así, metafóricamente hablando, ¿ Cuál debe ser pues nuestra postura vital?.


Personalmente, como bien empezaba esta reflexión, puedo deciros que muchas veces he tenido la sensación de moverme por moverme, y esto quizá tampoco fuera del todo bueno ni malo, pero la vida ofrece momentos de tan diferente índole que el problema de caer en ciertas inercias es que terminas por no disfrutar plenamente de los pequeños ritmos, es decir de las pequeñas cosas, y del mismo modo tampoco estás preparado para los cambios porque al trastocar tus ritmos rutinarios, no te sale con naturalidad ni los giros ni los quiebros. Con el tiempo, y gracias a que me propuse aprender a bailar jotas castellanas, he comprendido que mientras se aprende es lícito confundirse y hacerse un lío con los pasos, pero del mismo modo es necesario adaptarse al ritmo, intentar encontrar la sintonía sin detenerse hasta conseguir hacer del vaivén una equilibrada danza en nuestra existencia.


Dicho esto, creo queridos lectores, que os toca a vosotros pensar cuál es vuestro ritmo y vuestros handicaps en el baile de la vida. Si tenéis siempre ganas de bailar, si creéis que sintonizáis con la melodía que escuchaís, si formas un bonito grupo de baile, si con tu pareja hay sincronización, si disfrutas del baile, o si quizás os negáis oportunidades, aprendizajes o os empeñáis en quedaros parados sumergidos en un silencio interior. Y puedo afinaros aún más; a lo mejor tambien sentís que durante un largo tiempo vivís balanceándoos al ritmo de un determinado compás de vida pensando que no hay otro ritmo ni otras melodías posibles, acomodados en ello. También podéis empeñaros en ir por libre, sin estructuras ni pasos, girando y moviéndoos hacía donde os pide el cuerpo sin tener en cuenta lo que suena a vuestro alrededor....son tantas las posturas vitales a las que el hombre puede someterse frente al baile existencial que incluso puede ocurrir que sea una mezcla de varias.


Desde luego y resumiendo esta íntima reflexión, lo que sí puedo afirmar y os deseo trasmitir es que el baile de la vida puede ser desconcertante pero siempre tiene un fondo bonito, abierto a la dicha, a las alegrías, a las emociones...y cuando se siente el compás con la vida todo adquiere tal sentido que la esperanza lo envuelve todo de color y brillantez.


El salón de baile siempre esta ahí para nosotros, es una constante que nos invita a danzar en ella, pero lo importante es comprender que mientras exista el latido en nuestra existencia, hay que moverse, bien para seguir en sintonía con la melodía de la vida que nos toque o bien para intentar retomar el compás cuando lo perdemos.


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Pilar Martinez.

lunes, 7 de marzo de 2011

Sucedaneos de Dios


Haciendo zapping con el mando de la televisión me encontré con varios canales en los que 
una serie de mujeres, a cada cual más esperpéntica, predecían el futuro a través de las cartas del tarot a personas que  llamaban por teléfono. Me resultó curioso comprobar la tremenda verborrea de las supuestas videntes y su habilidad para crear unas fabulosas expectativas a quienes les preguntaban por su futuro, casi siempre relacionadas con desengaños amorosos, falta de trabajo e incluso con enfermedades.
Estoy segura que, muchas de las personas que llamaban, buscaban escuchar lo que necesitaban; vaticinios esperanzadores donde el amor, la suerte, el dinero y la salud iban a entrar por fin en sus vidas, inquietudes que no siempre se consiguen a corto ni a largo plazo ni todas a un tiempo pero que, en las tremendas lagunas emocionales y espirituales que hoy padece el ser humano por sus insatisfacciones y mermada capacidad de valorar las cosas pequeñas en favor del éxito y posición social,  no es capaz de aceptar que todo lleva su tiempo o que, simplemente, hay cosas que son como son, gusten o no, y que otras no son para él.
Pero como no hay mejor sordo que aquel que no quiere oír,  ni necio más feliz que aquel que se cree sin dudar la mentira que otros le cuentan con vehemencia, pues lo cierto es que, esos brujos y  brujas de pacotilla,  alimentan la oreja y por añadidura la esperanza del infeliz, pues se consuelan con estas y otras tonterías, algo que no dejaría de ser más que meras mentiras piadosas sin más trascendencia  de no ser por el desvío que provocan en todos aquellos que ya viven de por sí desorientados, porque con estas pantomimas exotéricas y otras de parecido calado,  lo que se consigue es confundir aún más al hombre haciéndole pasto de creencias falsas a costa de su incertidumbre, sufrimiento y demás quebrantos, alimentando a falsos maestros, gurús, curanderos...en definitiva,  simples mortales que, esencialmente y existencialmente, son vulgares charlatanes que convierten la espiritualidad, el enigmático futuro y la esperanza  en un mero negocio del que vivir.
Decía Martin Buber que no fue Dios quien creó al hombre a su imagen y semejanza, sino al revés,  ha sido el hombre quien finalmente ha creado  a Dios a su imagen y semejanza, o lo que es lo mismo, a su antojo y conveniencia.
En los momentos actuales, de tantos ídolos, iconos, supersticiones, amuletos y demás, resulta muy difícil no sucumbir al falso convencimiento de sus bondades. Hoy más que nunca la charlatanería encuentra su espacio para vender esas panaceas curalotodo, de tal manera que las librerías están llenas de libros de autoayuda, de filosofías de maestros orientales, se crean escuelas espirituales, lugares de meditación y de terapias grupales, chiringuitos de muy diferente calado para canalizar la búsqueda de tantas y tantas cuestiones que, sin alcanzar a saber cuánto desconocemos, nos alienta a descubrirlas para ser felices.
Y mientras por un lado ocurre esto, por otro, hay continuas campañas para desmontar la fe del hombre en Dios y quitar crucifijos, se  habla de estados aconfesionales, agnosticismo, laicismo..., tal vez para dejar espacio a otros semidioses o porque, hemos evolucionado tanto que, en fin, hasta la fe en Dios debe adoptar otra forma y otro concepto. Toda una contradicción, ¿ verdad?.
Personalmente creo que el hombre está sufriendo un estrepitoso retroceso en su espiritualidad en beneficio de su propio autoconcepto, es decir, lo que cree de sí mismo, de tal manera que asume la vida con el continuo propósito de obtener lo que necesita para sí y por sí mismo.  Hay quienes, ciertamente, la vida parece darles cuanto precisan, al menos de cara a la sociedad y su modo de enfocar el éxito o el fracaso; otros en cambio, no tanto. Y, he aquí, el dilema y el hecho que tanto inquieta. Cuándo hay éxitos es fácil pensar que somos autosuficientes y no necesitamos creer en principio en nadie ni en nada más, sólo en nosotros mismos. Cuándo hay fracasos, también es fácil pensar que Dios mira para otro lado, pero lo que no se suele creer con tanta facilidad es que en ninguna de esas dos circunstancias, ni en el éxito ni en el fracaso, estamos solos, formamos parte de un “ todo” en el que nosotros tan solo somos una pieza del puzzle infinito de Dios.
Algunos, para ocupar ese vacío espiritual que dejan cuando abandonan la fe, que no es otro que el que provocan como consecuencia de su propia insatisfacción constante, o bien crean su propio “ icono” espiritual y con ella una filosofía totalmente adaptada a sus necesidades, o bien adoptan a maestros y gurús, prestidigitadores en definitiva de la espiritualidad, a los que siguen idiotizados por la ilusión que provocan en sus expectativas y esperanzas.
 Dicho esto, me temo que  Martin Buber, no andaba desencaminado con su afirmación. Puede resultar controvertida para un creyente, pero hasta los mismos creyentes, a menudo, también solemos caer en la tentación de crear una imagen de Dios a la carta y a nuestro antojo.
Esto no nos hace mejor que aquellos que buscan en el Tarot respuestas, ni tampoco nos hace mejor que aquellos que buscan sucedáneos de Dios o se convierten en charlatanes espirituales,  es necesario someternos a un auto análisis profundo de cómo vemos a Dios, cómo lo llevamos con nosotros y cómo lo hacemos presente en nuestro acontecer.
Yo creo que lo importante es “ sentirlo” dentro incondicionalmente, en lo bueno que se te concede y también  en la dificultad, en esto último quizá más que en lo primero porque con la dificultad también se nos pone a prueba. La más dura, seguramente.
En este sentido, Jesús nos dio un ejemplo sublime al sufrir su Pasión. Pudo como hijo de Dios evitar tal sufrimiento,  y sin embargo, sufrió la tortura mayor que ningún hombre debería nunca sufrir; morir crucificado  por salvarnos a nosotros, abandonándose por completa a la voluntad de su padre.
Cabe preguntarles a muchos de esos ídolos en los que hoy se creen, en esos videntes que supuestamente tienen el poder de ver el futuro,  si serían capaces de tal sacrificio por aquellos que tan a ciegas les siguen y confían en sus predicciones y en sus palabras. Me temo que no. Pues he aquí una respuesta a considerar. A partir de aquí, podrían surgir otras muchas como el hecho de que Jesús eligió vivir humildemente y no comerció con la fe.
Para terminar, quiero hacerlo también con un fragmento que he leído en un libro de Jorge Bucay  en el que,  al  hablar de Dios, se plantea que puede ser una cuestión de matices.
“Yo veo a Dios de una manera, y tú de otra.
         Yo lo adoro con flores,  y tú con vino.
         Yo le canto, tú le rezas.
         Yo le rindo culto en silencio, y tú le hablas...”
Pueden o no ser importantes los matices, cantar a Dios o rezarle, adorarle con flores o con oro en los altares, pero si lo acoges dentro de ti, hazlo de un modo íntimo, donde solo “Él” quepa y te acompañe siempre. Eso, bastará. Lo demás, supercherías y sucedáneos para los mediocres de espiritu.

         Pilar Martinez Fernandez

domingo, 30 de enero de 2011

Sé sembrador de flores



Articulo publicado en la revista Iglesia en Almodovar Nº 241 Enero 2011


A menudo suelen aparecer en nuestro campo, sembradores de otros campos que nos hablan de sus malas cosechas. Nosotros, les escuchamos con consideración, creyendo que, al hacerlo les ayudamos a aliviar su pesar, pero en lugar de aliviarles, lo que hacemos es serviles únicamente para arrojar en nuestro campo sus pobres semillas.
Esto, a modo de metáfora para hacer bonitas estas líneas, me ocurrió hace unos días. Entro en mi tienda un hombre de unos sesenta años muy ufano a comprar sobres de semillas. Al verle mirar el expositor de semillas buscando algo, le pregunté si podía ayudarle a encontrar lo que buscaba. Me respondió que solo estaba mirando, así pues le dejé que siguiera haciéndolo con tranquilidad.
Después de un rato, me preguntó por un sobre en el que ponía
 “ pomodoro”.  -  “ pomodoro” es tomate, le dije. La marca de semillas es italiana y por eso lo ponen en italiano.
El hombre comenzó a farfullar con cierta contrariedad. -Todos defienden su idioma menos nosotros. Así nos va...dijo algo disgustado.
No parecía comulgar mucho con los extranjerismos pero aún así no dí demasiada importancia a este hecho a pesar de percibir un halo de pesimismo en su persona.
Al rato, con cierto aire profetizador y después de saltarse de un tema a otro como si todo tuviera que meterse en el mismo saco oscuro y sin fondo, me dijo:- Todo se está echando a perder. Seguramente de aquí a un año, tengas que cerrar tu tienda. Ojalá me equivoque pero, seguro que será así. Mi hijo es el director de la sección financiera de una gran compañía de seguros y ya me ha dicho que nos esperan seis meses de auténticos suicidios económicos.
Estas fueron textualmente sus palabras; “ suicidios económicos”, pero desde luego lo que me desconcertó sobremanera fue ese vaticinio sobre mi futuro.
 ¿ Cómo alguien podía decirme aquello y quedarse tan ufano?, pensé.
Me quedé sin palabras, realmente. No sabía qué argumentar ante esa desmedida siembra de pesimismo en mi tienda. Pensaba en lo mucho que me esforzaba por trabajar día a día, por la voluntad que le ponía sin pensar en fracasar, sin embargo, allí estaba ese hombre, echando por tierra en unos minutos toda la cosecha de un año y por añadidura mi férrea postura vital ante las dificultades que en estos tiempos soportamos no sólo yo, sino mucha gente que tiene comercios o trabajos inestables.
Intenté disimular mi zozobra en ese momento. Se aprende de cara al público a mantener el tipo aunque se oigan ciertas cosas. La máxima de que el cliente siempre tiene razón, aunque no sea sí, se procura soliviantar con el silencio, y, así intenté llevarlo a cabo, de tal manera que la conversación se convirtió en un monólogo en el que solo el hombre hablaba.
Descubrí cual era realmente el motivo de su pesimismo. Había  trabajado en una granja de cerdos en un pueblo de Segovia muchos años, y el dueño le había despedido junto a otros obreros sin pagarle los últimos salarios y la respectiva liquidación. No conforme con esto, el empresario posteriormente había cogido a un inmigrante latinoamericano al que le pagaba, según él, 500 euros por hacer el mismo trabajo.
Si esto había sido así realmente, era comprensible la decepción y amargura de este hombre, pero también pensé en esos momentos que no se justificaba el modo de ver el futuro, el mío al menos, y menos aún que me lo volviera a reiterar, como lo hizo una vez más sin cohibirse en absoluto,  como si con ello diera más realismo y empaque a su situación.
Se siente cierta impotencia ante esa negatividad que te ataca como si quisiera arrollarte y pasar por encima de tus propias emociones y sentimientos, pero no voy a negar que, en cierto modo, afloró un poco mi  orgullo. - A lo mejor me toca cerrar, quién sabe...pero puede suceder también que de aquí a un año vea usted que sigo aquí y vuelva a comprarme semilla de tomate para su huerta.
Y sonriendo por primera vez en todo el tiempo que permaneció en mi establecimiento, me contestó:- Si dentro de un año paso otra vez por aquí y sigues, te daré mi enhorabuena.
No me dijo más. Salió por la puerta con sus semillas y con su pesimismo.
De las semillas, espero que le den buen fruto, de lo segundo...en fin, ¿Qué decir?. Os reconozco que, pese a todos mis esfuerzos por no darle importancia al asunto, ese hombre  me dejó sembrada de pesimismo, un pesimismo que ese día se acentuó más por la poca actividad en la tienda. Y pensé incluso que tal vez tuviera razón, que aún lo peor estaba por venir. A veces, aunque creamos estar por encima de muchas cosas, resulta que algo llega para tomarnos el pulso y mostrarnos nuestras flaquezas.  Creo que eso fue lo que me ocurrió a mí, alguien que cuando escribe o habla con sus semejantes, siempre intenta sembrar comprensión, afecto, esperanzas...sin embargo, en esta ocasión afloraron mis miedos, mis inseguridades, en definitiva, mi vulnerabilidad ante la adversidad.
Este hombre, o mejor dicho, este tipo de comportamiento, es muy habitual. Es una miopía que distorsiona la esperanza, y seguramente también una miopía de Dios.  Y lo más delirante es que,  así vemos algunas veces muchos de nosotros esa realidad que nos inunda aunque no lo creamos. En nuestra enajenación con el sufrimiento de cuantas personas tenemos a nuestro alrededor, ponderamos nuestras quejas, nuestros problemas y nuestros puntos de vista buscando aliviar nuestra sobrecarga al tiempo que creemos que lo nuestro siempre es mucho más importante que lo de los demás. Nos cegamos de pesimismo y negatividad, llenándolo todo de malas hierbas, nuestras malas hierbas más las ajenas, en lugar de convertirnos en un campo en el que sembrar flores; flores de esperanza, de optimismo, de vida...
Comentaba esto con D.Tomás por teléfono  y su conclusión fue tan certera como de gran ayuda para mí: - El futuro ¿ Quién lo conoce?. Quién sabe lo que puede ocurrir dentro de un año....lo importante es vivir cada día plenamente porque tienes lo más preciado; la salud y debemos dar gracias a Dios por ello. Lo demás, está en sus manos. Confía. Si una puerta se cierra, otra ventana se abrirá...
Pues sí, efectivamente. Esa es la flor que debemos cultivar en nuestro campo cada día,  la esperanza junto al agradecimiento a Dios por cada día que se vive y a su vez cultivar otras flores como la sonrisa, un abrazo, un saludo,
un “ gracias “, un “ dejame que te ayude”, un “ ¿ cómo estás?, un ¡ Qué bien te veo¡, un “ no te preocupes”,  en fin...todas aquellas flores que huelen a Dios y que juntas forman un hermoso campo.
Lo demás, nuestro futuro incierto, es campo de Dios. Él, y solo Él,  sabrá que cultivar en cada uno de nosotros.
Como también escribió en cierta ocasión el Cardenal Suenens: “ A quien me pregunta por qué soy un hombre de esperanza,
a pesar de la actual crisis, les respondo:
Porque creo que Dios es nuevo cada mañana.
Porque creo que está creando el mundo en este mismo momento. Los caminos de la Providencia
son absolutamente sorprendentes.
No están sujetos al determinismo
ni a los sombríos pronósticos de los sociólogos.
Dios está aquí”.



                            Pilar Martinez Fernandez.


sábado, 29 de enero de 2011

In interiore hominis habitat veritas


Mi maestro, siempre hábil para acertar de lleno en mis inquietudes, quiso que leyera un texto de Miguel de Unamuno. Lo leí, efectivamente. Bajo el título ¡ Adentro¡ y encabezado con la frase en latín " In interiore hominis habitat veritas", descubrí sino respuestas a mis dudas,  al menos sí una idea aproximada de la quietud y serenidad que debo tomarme la vida y sus vaivenes, porque si bien no soy edificio sobre el que dibujar un proyecto, soy por el contrario una persona en manos de la vida y de sus aconteceres, a ratos placenteros otros, en cambio, más delirantes y desairados.
Unamuno en su texto, contesta supuestamente la carta de un desilusionado amigo que al paracer saborea la amarga hiel de la frustración.

En el interior del hombre, habita la verdad, viene a demostrarle con su alegato contundente Unamuno a su amigo. Textualmente le dice:  " Vete al campo, y en la soledad conversa con el universo si quieres, habla a la congregación de las cosas todas, ¿ Que se pierde tu voz?, Más te vale que se pierdan tus palabras en el cielo inmenso a no que resuenen entre las cuatro paredes de un corral de vecindad, sobre la cháchara de las comadres. Vale más ser ola pasajera en el Océano , que charco muerto en la hondanada.
¡ Nada de plan previo, que no eres edificio¡. No hace el plan a la vida, sino que ésta lo traza viviendo. No te empeñes en regular tu acción por tu pensamiento, deja más bien que aquélla te forme, informe, deforme y transforme éste.  Vas saliendo de ti mismo, desvelándote a tu yo propio,; tu acabada personalidad está al fin y no al principio de tu vida."

Y como si no fuera bastante tal filosofía de vida para comprender que simplemente somos fruto de nuestro propio acontecer sin planes previos, ni rigores establecidos,  sigue Unamuno acertando a decirle a su amigo:;
" Te repito, no hace el plan a la vida, sino que ésta se lo traza si misma, viviendo. ¿ Fijarte un camino?, El espacio que recorrerás será tu camino; no te hagas como planeta en su órbita, siervo de una trayectoria. Querer fijarse de antemano la vida, redúcese en rigor a hacerse esclavo de la que nos señalen los demás, porque eso de ser hombre de meta y propósitos fijos no es más que ser como los demás nos imaginan, sujetar nuestra realidad a su apariencia en las ajenas mentes. No sigas, pues, los senderos que a cordel trazaron ellos; ve haciendo el tuyo a campo a traviesa, con tus propios pies..."

Pensaba, después de leer este texto que lamento por otro lado reducirlo a minimas expresiones porque el texto completo no tiene desperdicio, en lo que suelo ensimismarme al pensar hacia dónde me dirijo. Son tantas las preguntas que surgen cuando te pareciera vivir constantemente escalando una pared vertical que, de forma inevitable te planteas si sigues el camino correcto, si quizá existe alguna bifurcación que no tomas por ceguera, cobardía o simple enajenación de la realidad.  Y, también pensé que, mirando atrás, es cierto que apenas puedo afirmar que alguno de mis planes previos, haya terminado conjugándose en mi vida presente. Todo cuanto he vivído y vivo, ha sido sin ser planificado, ni proyectado, ni siquiera en un cálculo aproximado, y no es que sienta que he mal aprovechado mi tiempo o mi vida, ni mucho menos creo que cuanto vivo sea de menosprecio, pero no dejo de reconocer que la vida en muchos sentidos me ha sorprendido, a veces con el paso totalmente cambiado, otras en cambio con firmeza.

Si he de ser agradecida, he de dar por bien proyectado todo cuanto he vivído. Si he de ser entusiasta, he de dejar que la vida fluya paso por paso, sin planes previos.
Y, sí. ¡ Desde luego que sí¡.  El mejor lugar para indagar en nuestro interior y escuchar nuestra sintonía con la vida, es el campo, la naturaleza... Sólo allí es posible el encuentro pleno entre nosotros como materia con alma y un mundo vivo que  goza de la belleza y el equilibrio de la propia energía.

" Recójete en ti mismo para mejor darte a los demás todo entero e indiviso. Doy cuanto tengo, dice el generoso. Doy cuanto soy, dice el héroe. Me doy a mi mismo, dice el santo. Di tú, al darte:doy conmigo el  universo entero. Para ello tienes que hacerte universo, buscándolo dentro de tí,
 ¡ Adentro¡."

Asi termina Unamuno su carta y así termino yo estas lineas que espero te hagan comprender, aunque a veces lo olvides o pases por encima, como tambien me ocurre a mi cuando esa escalada vertical te parece aún más vertical de lo que te crees capaz de superar, que cuánto somos y seremos, cuánto damos y daremos, cuánto amamos y amaremos, viene de dentro, está adentro, en nuestro interior y que todo termina ocurriendo por sí solo, sin premeditaciones, ni planes estructurados, ni fijaciones, mucho menos obsesiones o empeños pueriles que a veces los motiva la envidia, la ambición o la simple pobreza espiritual.

 Así pues, no te preocupes, y si puedes, corre al campo, mezclate con el viento, y escuchate...y si no te oyes, como también me ocurre a mí a menudo, deja que el viento te lleve. Él sabrá adonde llevarte que no tiene que ser el mismo rumbo ni el mismo destino que lleva a otros. Y, por encima de todo, trata de disfrutar del viaje, del camino, con la rosa de los vientos en tu mano. 

Pilar Martinez Fernandez ( 29 enero 2011)

domingo, 16 de enero de 2011

Mientras hacemos otros planes


Cuántas veces no nos preguntamos sobre la vida, sobre lo que vívimos, lo que no vivímos, lo que necesitamos, lo que no logramos, lo que soñamos...

Y cuántas frases hay de esas célebres que, como si vinieran a explicar lo que nosotros somos incapaces de dar forma con palabras, nos dan una pista, o quizá un pensamiento más racional. Bastantes,¿ verdad?.

Aún así, no conviene conformarse con leerlas o darlas incluso por válidas pues al fin y al cabo, el pensamiento es un pájaro de voluptuosas alas capaz de volar al horizonte infinito de la razón y la verdad, ambas muy relativas, dicho sea de paso.

Escuchaba una frase de John Lennon, un personaje para mi gusto demasiado controvertido y cuya personalidad se magnificó por su asesinato cuando, posiblemente, de vivir hoy, quizá fuera un ídolo más caído victima de las drogas o del desencanto por la propia vida, quién sabe, pero que en esos momentos de lucidez y de juventud antes de morir acertó a decir: “ la vida es todo lo que nos ocurre mientras hacemos otros planes”.

Me gustó este pensamiento, más por lo esencialmente cierto que por aquello que pudiera tener de resignación con respecto a la vida y a cuanto nos ocurre. Y digo bien, esencialmente cierto, porque muy a pesar de los pesares, ajeno a nuestra voluntad, a nuestros deseos o a lo que creamos merecer y necesitar, la vida te hace vivir día a día aquí y allá, esto y aquello mientras nosotros deseamos hacer otra cosa y estar en otro lugar. Es un continuo antagonismo entre lo que vívimos y lo que desearíamos vivir, de tal manera que, casi siempre vivimos en la disconformidad y por tanto en el anhelo.

La cuestión, creo yo, es el nivel de aceptación, que no resignación, en el que vivimos cada cual, porque aunque parezca lo mismo ,no lo es, no al menos a la hora de encontrarle un sentido a nuestra vida.

Yo acepto la vida tal cual es, como me toca, al menos de un modo digamos sereno y consecuente al tiempo que le busco lo vital y necesario para evolucionar como persona.

Del mismo modo entiendo la derrota aunque siempre me guste más la victoria, por supuesto, porque de la derrota aprendo y me da un motivo para mejorar, de la victoria unicamente me congratulo aunque el equilibrio también está en no instalarse en la derrota porque entonces estaríamos hablando de abandono.

Con la vida, ese es el pulso que a mi entender debo tener. Aceptar lo que me viene pero sin caer en abandonos, ni en derrotismos, menos aún en la resignación, como bien diferenciaba antes, porque esa es la actitud del perdedor, del que ni tan siquiera se da la oportunidad de conocerse a sí mismo. La actitud, por el contrario, del vívidor en su sentido amplio y necesario para afrontar la vida y sus proyectos por vivir, es la de sentir en cada momento que todo cuanto le ocurre es un continuar hacia delante con esperanza y con inquietudes.

Conozco pocas personas, incluso pienso que casi puedo afirmar que no conozco a ninguna , que sienta una plenitud absoluta en su vida. Pero imaginemos por un momento que hubiera alguien que, efectivamente, afirmara con absoluta rotundidad su plenitud personal. No le preguntaríaís acaso por el miedo a perderla, es decir, a que ¿ no fuera a durarle demasiado? Porque, he aquí lo delirante de la propia vida, que en lo malo parece perseverar mientras que en lo bueno se muestra vulnerable amén de efímera.

Preguntarse estas cosas, bien sé que provoca cierta zozobra interior, pero no sé, amigos, creo que el equilibrio interior es importante, y como buena balanza, ha de tener dos platillos; uno para los anhelos y otro para la realidad. Gana peso la realidad porque la llenamos con más cosas mientras que los anhelos son ligeros y a veces también volátiles por la inmadurez y volubilidad del ser humano, precisando unas veces una cosas y otras veces otras dependiendo de la evolución y el crecimiento del individuo.

John Lennon no fue un ejemplo de equilibrio, a mí al menos no me consta que lo fuera a pesar de componer bellas canciones con letras realmente preciosas, un ejemplo “ imagine”, en la que imagina un mundo lleno de gente en paz, en fin, una utopía, sin embargo, su frase me parece todo un punto a la hora de dar sentido a la máxima experiencia y privilegio que es la propia vida; lo que nos ocurre mientras hacemos otros planes, es efectivamente, eso que hacemos llamar vida.

Y para los que creéis en Dios, dejadme deciros algo más; Todos para sí, tenemos muchos planes; Dios, sólo uno para cada uno de nosotros. Así pues, Sursum Corda¡¡¡...Arriba el corazón¡¡¡.

Pilar Martinez ( Enero 2011)

jueves, 6 de enero de 2011

Todo a su debido tiempo

La vida, a menudo se asemeja a una noria; gira y gira haciendo un continuo círculo en nuestro acontecer. Se forma un círculo con nuestra familia, con nuestros amigos, en el trabajo, en nuestras tradiciones y costumbres...y eso nos hace sentir que o bien vívimos lo que tenemos que vivir o, todo lo contrario, que vivímos dentro de una inercia díficil de la que evadirse.
Son, en realidad, sensaciones que nos hacen tomar plena conciencia de nuestra existencia y, en esencia, a preguntarnos si realmente vivimos como queremos y, lo más delirante, si somos felices.
Me gusta mucho una frase que a alguien ya se la he dicho en alguna que otra ocasión: " quien tiene un porqué para vivir, encuentra casi siempre el cómo".
Preguntarse si se es feliz puede no ser la gran preguntar a hacerse, sino los motivos que tenemos para vivir cada día en consecuencia.
Tener un porqué es, en realidad, lo que hace girar nuestra vida aunque a veces sintamos vértigo o mareo. Y, ese porqué ¿ Dónde lo hallas?. Tal vez en tus hijos, en tus padres, en tus amigos..., puedes llegar a pensar, pero principalmente, ¿ no crees que está en tí mismo?.
Nadie puede negarte ni decirte que no te mereces esto o aquello, el hecho de que no lo obtengas puede deberse a muchas cosas, a menudo incluso contradictorias, es cierto, pero el extraordinario hecho de que existas y que cada día se renueve esa existencia saludable con cada amanecer que despiertas, es el único porqué que necesitas para encontar el modo de obtener aquello que está pensado para tí.
Os reconozco, amigos, que yo misma soy impaciente, de tal manera que incluso llego a enfadarme por tener que patalear tanto para lograr algunas cosas, sin embargo, también he aprendido a base de ciertos coscorrones que por mucho que yo me empeñe en obtener algo, si ese algo no está proyectado para mí, no lo obtendré nunca. En su lugar, en cambio, llega lo que sí es para tí , y, desde luego, llega a su debido tiempo, cuando tiene que llegar.
Es un hecho que convierte ese " porqué" de existir que hay en tí, en el modo de hallar un " cómo" para obtener lo que precisas, o mejor dicho, lo que necesitas. Piénsalo así. Y, piensa también que, para tí, seguramente aún lo mejor está por venir...

Pilar Martinez ( enero 2011)