viernes, 27 de marzo de 2009

Desvirtuando la Semana Santa


Somos de lo que no hay. Y los primeros, los propios cristianos, que viendo como vemos que nos tocan los cimientos, somos incapaces de reaccionar ante aquello que desvirtúa en lo que creemos.
Asisto curiosa al debate de las cofradías que no dejan en sus filas agregarse a las mujeres sin encontrarle demasiado sentido ni a unos ni a otras. Reconozco que, entiendo menos a los unos que a las otras pero, en definitiva, ambos me terminan desconcertando porque, en el fondo, están cortados por un patronaje dónde menos “ lo espiritual”, aflora casi todo; desde el machismo más caduco hasta el feminismo por narices, y eso, tratándose de lo cristiano, no es tema baladí, porque de sobra es sabido que en las cofradías mixtas, formadas indistintamente por hombres y mujeres sin ninguna prohibición, abundan quienes mudan a Dios de su vida durante todo el año menos en Semana Santa, unos días dónde, sorprendentemente sienten la llamada y no pueden por menos que ponerse el capirote y el traje de cofrade para salir en procesión. Acabados los rigores de la semana pascual, cada mochuelo a su olivo guardando su traje y su fe en el mismo armario con naftalina para que no se apolille.
Parece ser que la cosa en muchos de esos cofrades a quienes se les puede escuchar decir con orgullo que pertenecen a una cofradía, tiene que ver más con la tradición que con lo espiritual y lo cristiano, e incluso apurando más, con tradiciones familiares; abuelo cofrade, hijo cofrade y nieto cofrade y así hasta le infinito y más allá, pero claro, como estamos fomentando la igualdad de sexos, antes a las niñas, junto con las mamás y las abuelas, se las vestía de “ manolas”, ahora quieren ser cofrades y vestirse con el mismo traje que su padre y su hermano, cosa natural y lógica porque al fin y al cabo, para Dios todos somos iguales.
Pero he aquí dónde empieza el diablo a hacer su aquel trasteando y abanderándose como siempre en la necedad humana y su nulo sentido común y práctico.
A algunas mujeres, basta que algo se nos diga que lo podemos hacer sin limitaciones ni obstáculos para que no lo hagamos ni caso. La cosa es al revés, cuándo, efectivamente, se nos dice: “ tú, aquí, no puedes.” Lo convertimos en todo un desafío. Es penoso que yo, como mujer, lo tenga que reconocer.
Pero lo de los hombres, no es mejor. A algunos hombres, basta que algo de lo que hacen se les diga que también lo puede hacer una mujer y además igual de bien, para que en los dedos se les antojen huéspedes y sientan la amenaza de sentirse desplazados.
Cuándo se trata de religión, y sobre todo de fe, hay sentimientos y actitudes que nacen en el corazón humano elevándose después a un plano espiritual dónde hay una comunicación estrecha entre Dios y la persona, sin más alharacas ni distinciones de sexo, por tanto cualquier necesidad de manifestarlo debe gozar de libertad siempre que se mantenga los principios elementales cristianos y por supuesto, humanos. Dios no establece, o al menos yo no tengo conocimiento como cristiana, de que por ser mujer no pueda cumplir ciertos preceptos, rendirle culto, celebrar tiempos litúrgicos o hacer determinadas penitencias. Por tanto cualquier apropiamiento exclusivo, en este caso varonil, no sólo carece de sentido sino que además no es cristiano.
Ahora bien, tampoco se trata de hacer una masa amorfa con ingredientes tales como “ tradición”, “ derechos”, “ igualdad”, “ religión”, en nombre de la Semana Santa, porque el riesgo de desvirtuarla es grande.
Las mujeres tampoco debemos caer en la frivolidad de creer que todas las puertas deben sernos abiertas por derecho y en nombre de la igualdad. Se nos deben abrir si afloran las sanas inquietudes sin más, con la naturalidad propia de aquello que nos llama y sentimos que queremos hacerlo. Sólo entonces deberemos empujar con más vehemencia la puerta si se nos resiste, pero no como una batalla más que entablar dónde ganar sea lo importante y no la causa.
Así pues, dejemos la tradición como excusa, los machismos y los feminismos, y planteemos la verdadera implicación que debe asumir un cofrade en tiempo de Semana Santa conforme a su fé al margen de que sea un hombre o una mujer, algo que no está ni mucho menos claro en estos tiempos dónde la Semana Santa, es más una exaltación de lo artístico y de la tradición que de la fe, dónde una procesión es “ un bien de interés turístico” para llenar hoteles más que una manifestación pura y estrictamente cristiana. Y de esto, no tienen la culpa los políticos, mal que sea tentador y lo más fácil a la hora de buscar culpables, la tenemos los propios cristianos que, al igual que los judíos hicieron en aquella ocasión que se celebraba la Pascua y alrededor del templo se instalaron mercaderes, enfadándose Jesús y diciendo aquello de: “Quitad esto de aquí: no hagáis de la casa de mi Padre un mercado”, dejamos que con nuestra fe y nuestros rituales cristianos, comercien y politicen sin decir ni hacer absolutamente nada.
Por tanto, menos vetos y excusas en nombre de la tradición y más honestidad cristiana por parte de los cofrades. El hábito, como bien se dice, no hace al monje ni a la monja, lo hace su modo de vivir la fe.
Si al menos en esto, recapacitamos, algo estaremos haciendo los cristianos, los únicos que tenemos potestad en esto en beneficio del auténtico sentido de la Semana Santa.

Pilar Martinez Fernandez.

2 comentarios:

  1. Querida Pili, la verdad es que estoy de acuerdo contigo, y el mercantilismo en el que se a convertido la semana santa, pero bueno creo que todo puede convivir y armonizar los intereses de unos y de otros. Yo hace ya un tiempo que no me entusiasman las procesiones y aunque reconozco su interés social, religioso y cultural ahora que no nos oye mucha gente, me aburren bastante los tres intereses y si no fuera porque a los niños les encanta, esos días me iría al campo u otro sitio de viaje.
    La polémica de los cofrades hombres o mujeres me parece ridícula, el que quiera y deseé formar parte de las procesiones, que participe, elija su motivo y que nadie le impida su colaboración por una cuestión de género
    Un fuerte abrazo Miguel A. Barros
    Nota: disculpa si escribo menos o más tarde, pero es que con las clases en esta época ando un poco liado

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  2. No te preocupes por tu tardanza; te das la oportunidad de leer lo que aqui asoma y eso ya es de agradecer.
    A mi, te diré que las procesiones siempre me han gustado y cada año me gustan más, pero no por su valor artístico sino porque me recuerdan aquello en lo que fervientemente creo al margen de toda esa farandulería que adorna muchas veces a los cofrades,una figura que por cierto, considero válida en la medida que veo fe, y fijaté, creo que si nos fijamos un poco, se ve quienes lo sienten de verdad y quienes van para hacer de comparsa. Este año, he pesando poner en práctica un sencillo truco que se me ha ocurrido. Ya lo compartiré aquí según obtenga resultados...
    Por cierto, y dicho sea de paso, no estoy de acuerdo con que Martin Garzo dé el pregón este año de la Semana Santa en Valladolid. Es un escritor que me cae muy bien, me gusta su forma de ser y como escritor también me gusta, pero me parece un poco incoherente pregonar algo en lo que, de raíz y de base, afirma no creer. Es respetable su opinión, su posición y por supuesto tiene derecho a decirlo publicamente si quiere sin miedo pero, algo que no gusta, aunque lo diga con buenas palabras y seguramente que será un pregón precioso, no se puede trasmitir con credibilidad.
    Yo no podría pregonar El Ramadán cuándo a mí lo musulman me la trae al pairo...por ponerme un poco en la piel del pollo....
    Pero en fin, son opiniones que aqui, están abiertas a todo el mundo que quiera aportar la suya.
    Gracias Miguel, buena Semana Santa.

    Pili

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