lunes, 30 de noviembre de 2009

Amor a los animales



Este es mi gatito " copito". No es de una raza concreta, sin embargo, es único. Sólo él es capaz de mirarme sin juzgar, sin pensar nada malo de mí, pero sobre todo, quiere estar conmigo simplemente " estando".

Los animales sólo quieren estar con nosotros, sin prejuicios y enajenados de cuánto nos suele condicionar a los humanos a la hora de estar con nuestros semejantes.

A cambio, les solemos dar cuidados y en muchos casos, amor. De ahí nacen muchas historias personales que demuestran a diario la entrega reciproca que existe entre hombre y animal. Y, a menudo, también los más bellos sentimientos aunque de los animales se diga que les mueve su instinto, no su corazón.

Articulo publicado en Iglesia de Almodovar Nº 227

Amor a los animales

El amor está en todas partes. No tiene una forma definida pero lo envuelve todo. No se vende en ningún frasco como un elixir, sin embargo, algunas veces se puede comprar. Sé que es una afirmación arriesgada, aunque, más que arriesgada yo diría que incluso frívola, pero no. No lo es en el contexto que hoy en estas líneas me propongo contar.
Por mi ocupación profesional actual, tengo la bonita labor de atender a personas que, o bien se preocupan por el cuidado de sus mascotas o desean adquirir una. Ambos aspectos me demuestran a diario que los animales son algo más que esa connotación un tanto “ salvaje” que se suele tener de ellos por su instinto y por su supuesta irracionalidad, encontrándome al tiempo con casos verdaderamente singulares que invitan a detenerse en un análisis algo más profundo sobre la cuestión.
Empezaré por uno de los hechos que más me impresionó desde el primer momento: una mujer de unos cuarenta años entra en la tienda y con voz temblorosa pregunta: - ¿ Vendéis cobayas?.
Al contestarla que no, la mujer mostró su decepción entristeciéndosele el rostro de una manera un tanto desconcertante para mí pues no abarcaba a comprender en ese momento tanta desilusión.
Pudo quedar la cosa así sin más, sin embargo, esa mujer venía con algo más tras de sí, algo me instintivamente me movió a profundizar en esa desilusión. Le pregunté por qué quería una cobaya y no un canario, por ejemplo, animalillos que sí tenía y que cantaban que era un primor.
La contestación fue inmediata: - porque necesito un animal al que poder abrazar y querer. Cogerlo entre mis brazos y darle amor.
Naturalmente, enseguida pensé en un perro o un gato como el animal más idóneo para ese tipo de entrega personal y acogedora, algo que estaba dispuesta a proporcionarle a través de conocidos que tenían cachorros sin coste alguno, pero había unos impedimentos muy concretos para que esa opción no fuera viable. – Mi casero no me deja tener animales de ese tipo, y he pensado en un conejo o una cobaya porque no hacen ruido y puedo tenerlo en una jaula.
Una vez más la tristeza volvió a dibujarse en su cara como si una sombra volviera a ponerse encima de su cabeza. Enseguida intuí que a esa mujer le ocurría algo más que el mero hecho de buscar una mascota idónea para ella en mi tienda, y como suele ocurrir en esas ocasiones en las que todo es propicio para que conozcas otras realidades, el caudal personal de esa mujer empezó a fluir como un río en ese momento.
La mujer de unos cuarenta años que tenía frente a mí, resultó ser una de las miles de mujeres maltratadas por sus parejas en este país. Una mujer que había sufrido el peor maltrato que un ser humano puede sentir; el psicológico por un lado, y el más lacerante para la carne, la vejación y los golpes.
Había decidido denunciar a su pareja después de dos años de continua tortura física y emocional y vivía con el miedo en el cuerpo porque el maltratador la tenía amenazada a pesar de tener una orden de alejamiento.
Lo chocante quizá de esta historia para quienes no alcanzan a comprender qué puede aportar una animalillo como una cobaya a una mujer que ha sufrido maltrato, es que un sufrimiento tan grande no es fácil de eliminar y que necesita mucho tiempo para devolver, si es que alguna vez lo devuelve, el equilibrio emocional de una persona maltratada, pero he aquí lo hermoso que encierran las cosas pequeñas, o en este caso los pequeños animalillos, pues esta mujer, como enseguida comprendí sin mucho esfuerzo, necesitaba sentirse querida de alguna manera con la mirada de un pequeño ser que viera en ella su bondad. Necesitaba sentir el tacto suave y el calor de un pequeño ser que quisiera estar entre sus manos y pegada a su pecho en sus ratos de soledad, en definitiva, demostrar y sentir un poco de amor, el de un animal sí, pero despojado de toda esa posesión y obsesión que había padecido de un ser humano, de quién había dado en llamarse su compañero y quién del mismo modo le había dicho que la quería.
Es triste tener que conformarse con tan poco cuándo el corazón tiene tanta capacidad de amar, pero con esta historia pretendo demostrarles, queridos lectores, que el amor siempre busca un recoveco el cuál acomodarse por muy pequeño y mínimo que éste sea. Hay quién por razones de peso, no lo encuentra en sus semejantes y sin embargo, busca mitigarlo en su animal de compañía. Un absurdo para algunos quizá pero un bálsamo para quién ha sufrido muy profundamente el desamor y encuentra en los ojos de una cobaya, un gato o un perro, la adoración, la compañía y la fidelidad.
Cuándo vuelva a la tienda esta mujer, sabré si por fin compró una cobaya en el lugar que la recomendé, y les prometo contarles el final de esta historia, que no es otra que la de muchas y muchas mujeres que luchan por recuperar lo que les han robado miserablemente; su autoestima y su fe en el amor.
Pero permítanme contarles otra pequeña anécdota, algo más alegre, eso sí, pero sobre todo entrañable.
Un hombre entra en la tienda buscando poder comprar un periquito hembra para su padre de noventa y dos años.
- Quiero una hembra, precisamente, porque a mi padre se le ha muerto hace unos días la que tenía y está triste porque ve la jaula vacía.
A quienes se nos han ido esos pequeños “ amigos” de nuestras vidas de manera súbita, nos es fácil comprender el vacío que en un principio nos dejan. A menudo se superan enseguida pero a veces también se da el caso de que con ese animal, también se vaya una pequeña rutina que ofrecía un motivo con el qué ocupar un sosegado tiempo. Eso era, precisamente, lo que le ocurría a este anciano de noventa y dos años. Con su “ periquita”, se había ido parte de sus desvelos y su entretenimiento. Así pues, ayudarle a recuperar su ilusión, no sólo fue tarea fácil sino muy grata.
A los pocos días, el hijo volvió a la tienda y trajo a su padre con él para llevarse una periquita. Traía su jaulita bien limpia para meterla allí con una ilusión tremenda. Lo llevé hasta el apartado de la tienda dónde están las jaulas con los diferentes pájaros y allí, sus ojillos, se abrieron como platos.
- Uy, dijo todo ilusionado. Esa amarillita jaspeada que esta ahí....¡ esa, esa quiero¡. ¡ Qué bonita es¡.
Ciertamente se llevo la más brillante de pluma, y si me apuran la más idónea porque se dejó coger sin mucho esfuerzo como si, de alguna manera, supiera que estaba destinada a ese anciano que la había escogido.
La cara del anciano rebosaba dicha en ese instante. Como si le dieran un juguete nuevo a un niño. Le regalé el bebedero de agua y le llené los comederos de alpiste.
- Muchas gracias, me dijo casi engolando la voz al tiempo que sus ojillos se enternecían contemplando a su “ periquita”.
- Ya me puede decir usted el nombre que le pone eh?..Y cuídemela bien...le dije sonriéndole.
- Si, si...dijo como un niño obediente.
Pueden imaginar la sensación placentera que se puede sentir cuándo ves que haces feliz a alguien con algo tan sencillo.
Cuándo se marchaba de la tienda con la jaula de la mano y con su “ Periquita”, sentí que había vendido amor por muy poca cantidad, sin embargo en cuestión de instantes se había multiplicado por el infinito. La vida de ese anciano volvía a tener ese combustible que hasta el final de nuestros días todos necesitamos: el amor.
Pero esta anécdota, a mí personalmente, me enseñó algo más, o al menos me mostró la cara esperanzadora de la vejez.
A pesar del peso de los años y de la longevidad a la que con suerte podemos llegar si Dios nos otorga ese don, se puede mantener muy viva la chispa de la ilusión y las ganas de vivir cada día como un regalo renovado cada amanecer que despertamos. Es, en cierto modo, dejar que nuestro “ niño” interior nos hable y aflore. Algo que este hombre de noventa y dos años dejaba aflorar sin menoscabo de su sabiduría y experiencia en la vida pues, su lucidez mental, se debía a su dedicación a la lectura, entre otras cosas, durante toda su vida.
Para terminar, sólo me queda añadir que, es fácil encontrar amor a pocos pasos, lo que ocurre es que no siempre se presenta de la misma forma. El amor por los animales es, simplemente, una forma más a tener en cuenta, tal vez con sus limitaciones, o simplemente baste para quienes han sentido los zarpazos de la vida a través de sus semejantes, pero de cualquier forma amor que ennoblece, que deja aflorar bondad, desvelos, cariño, calor...aquello que desde el fondo de nuestra alma, siempre queremos para sí.
Así pues, si tienen animales, quiéranles mucho, pues como bien se dice, también son criaturas de Dios y, Él, no hay duda de que también los quiere.

Pilar Martinez Fernandez

4 comentarios:

  1. Otra vez te felicito Pilar por este relato,tan humano y tierno.
    Es ya sabido que los animales de compañia, lo dan todo a cambio de casi nada,al menos las personas que alguna vez hemos tenido en nuestras vidas animales de compañia,(¿sabran ellos que les etiquetamos con este calificativo?)lo sabemos, que asi es.Conocer a los animales es tarea dificil , pues ellos no tienen el don de la palabra, pero si tienen el don del conocimiento del AMOR, amor desinteresado, amor incondicional,amor a las personas en definitiva.No es de estrañar que la persona de la comentas aqui maltratada por un humano,tenga la necesidad, del calor que dá un animalito.Los sentimientos de un " animal de compañia " son de una pureza estraordinaria, aunque nosotros digamos que son instintos.
    Voy a comentar un detalle , de como son esos comportamientos de los animales, al final que cada persona que siga este blog lo interprete como quiera.
    Tuvimos una perrita (DAMA) durante catorce años y medio, casi siempre dormia en el dormitorio principal, unas semanas antes de morir, casi no podia levantarse, sus patitas traseras ya no la respondian debido a su enfermadad. Hasta la ultima noche que paso en nuestras vidas, no dejo de ir a su cita con nosotros.
    ¿Como deberiamos llamar este y otros comportamientos de los " animales de compañia?.
    Es una opinion personal, pero ¿no nos iria bastante mejor, si imitaramos un poco a los "ANIMALES"?.
    Gracias Pilar por este relato, tan conmovedor y a la vez tan humano, aunque en esta ocasión los protagonistas sean los "animales de compañia".
    Besos Angel

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  2. hola pili hoy quiero compartir una duda que me planteo desde no hace mucho,esta a surgido por medio de "mis flores" soy hija,hermana,cuñada...de cazadores; aparte de los animales que son piezas de caza que es otro tema,por todos es sabido desgraciadamente de los malos tratos a perros y galgos de estos cazadores y yo que lo he vivido ,se me partia el alma de niña al no poder impedirlo ,no es que ahora pueda evitarlo pero almenos no lo consiento en mi presencia,pues mi duda es si no estaria bien que estos animales se defendieran con algun buen mordisco en el trasero de sus dueños.Aqui mi duda ¿ese amor incodicional del que hablamos ,es sano? ¿es justo amar a quien te esta martirizando? claro yo como humana puedo perdonar pero no sentir amor porquien me maltrata, asi que valoro la gran fidelidad de estos animales pero si pudieran entenderme yo personalmente les aconsejaria que de vez en cuando enseñaran los dientes, no es malo sacar esos sentimientos mas oscuros que todos en algun momento tenemos ,lo malo es quedarse estancados en ellos o hacer de ellos tu forma de vivir. Espero no se me malinterprete,estoy encontra de todo tipo de violencia pero tambien lo estoy de la pasividad de las injusticias

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  3. Creo que me vais a perdonar si mezclo un poco las cosas a la hora de hacer este comentario.Si algo ha tenido mi vida desde casi siempre ha sido un animalillo a mi lado. Cada uno ha sido diferente al otro y cada uno me ha aportado lo mejor de sí mismo.
    Siempre me han gustado los animales y agradezco a la vida el trabajo que tengo ahora pero también he de decir que en mi caso comprender a los animales es fruto primero de un don y segundo de la observación que siempre les he dedicado. Y de esa observación, precisamente, he descubierto que su incondicionalidad se asienta en dos pilares fundamentales; el alimento que se les dispensa y la ternura con la que se les trata. Con sólo esas dos cosas, se convierten en tus fieles amigos hasta el final de sus días. De ahí, Reyes que esos pobres perros de caza no tengas más ojos que para su amo porque reciben alimento y son jaleados cuándo consiguen ser aquello que se espera de ellos. No van más allá, entienden que son premiados si consiguen pieza. La otra cara de la moneda, desgraciadamente, la conocen cuándo les pegan un tiro en la cabeza o les ahorcan en los pinares, y para entonces ya lo han dado todo de sí mismos, y lo que es aún más triste, hasta ese mismo final siguen incondicionales y fieles a su amo.
    Para mi el cazador, y lo siento si ofendo a alguien, es un ser que mal entiende y mal interpreta su papel dentro de la propia naturaleza, pues sólo busca su satisfacción y recreo, no contribuir al equilibrio que la naturaleza misma precisa para seguir su curso.
    Los animales se cazan unos a otros, es cierto, forma parte de la cadena trófica. El hombre, como depredador que es dentro de esa cadena, efectivamente también mata animales para comer,y el hombre primitivo los cazaba, también es cierto, pero sólo cazaba o que precisa para auto abastecerse. Hoy, el cazador, saca a pasear su escopeta por un coto para luego mostrar sus trofeos.
    Ciertamente, el mundo de la caza mueve dinero y demás pero siempre en beneficio del hombre, no de la naturaleza, a mí al menos en ese aspecto no logran convencerme, pero en otros aún menos. No aman la naturaleza en sí misma, sólo se aprovechan de ella para su recreo, y por delante se llevan a muchos animales que, efectivamente, bien pudieran darles buena dentellada y medir las fuerzas. Eso sí sería autentica caza, la lucha entre el cazador y el cazado.
    Yo conocía a Dama, Angel. Lo sabes bien, y de ella puedo decir que jamás la ví enseñar los dientes. Por el contrario, siempre vi en ella unos ojos dulces color caramelo que miraban siempre buscando cariño. ¿ Cómo hacer daño a un animal así?. Si aflora nuestra humanidad, es imposible.
    Claro que te comprendo Reyes, no es lógico pensar que se puede sentir amor incondicional por un dueño que en cuánto no le sirvas te va a matar, sin embargo, he ahí lo extraño y al tiempo aleccionador: hasta el final son fieles a sí mismos y a su dueño.
    Debería ser extrapolable esta cualidad de los animales al hombre, sin embargo, a nosotros, queridos amigos, nos mueven los egoísmos, los intereses, nuestras propias insatisfacciones personales....
    Es un tema interesante que dejo abierto a quien quiera participar. Siento si algún cazador se siento ofendido por mis palabras pero nunca he comprendido la caza actual, y dadas las circusntancias que mueven ese mundillo con " sus perros" y los animales que son victimas de tanta depredación de recreo, no creo que las comprenda nunca. Siempre apostaré por el animal en sus esencia y en su existencia, pero sobre todo por lo mucho que a lo largo de los años de mi vida he visto de bueno en ellos. y que nadie me pregunte y arremeta conmigo con ese absurdo recurso de si tanto amo a los animales, ¿ porqué no me hago vegetariana?, porque también me gustan las plantas, los árboles, las flores...y desde luego, no me está permitido alimentarme del aire, pero cuándo Dios creó este mundo, lo hizo equilibrado para que todo pudiera regenerarse una y otra vez y mantenerse unos de otros.
    Gracias amigos por esta aportación...
    Pilar.

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  4. Querida Pili, después de estos dos largos meses de avatares profesionales, me uno a los comentarios de tu blog, empezaré diciendo que no me gusta la caza ni entiendo a los cazadores, pero respeto ese deporte, entretenimiento o afición.
    Tu relato es muy interesante, y me demuestra que detrás de cada profesión hay mucha vida, algunas son gratas y otras tristes pero reales como las que tú nos cuentas. Tu trabajo actual permite conocer muchas vidas entrelazadas por el amor a los animales, gracias por compartirlas.
    Un fuerte abrazo Miguel

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