Articulo publicado en la Firma del Dia de "Diario de Valladolid", de El Mundo de Castilla y León con fecha 16 de junio 2009.
A menudo nos hacemos de cruces ante la vida, ante lo que vemos que no nos gusta pero a veces también conviene ser críticos con nosotros mismos. No todo le ocurre a los demás o es culpa de otros, en nosotros también hay un punto en el que hacer una inflexión y una toma de conciencia.
Unas líneas para ayudaros un poco desde mi autocrítica con este paisaje otoñal que siempre invita a la quietud interior.
¿ Cuándo empezamos a perder los valores?
Se dice que vivimos unos tiempos de pérdida de valores. Es una de las coletillas que más en boca está, sobre todo entre personas de generaciones anteriores.
Quizá no demos en pensarlo demasiado porque de alguna manera y sin darnos cuenta caemos en la inercia de una sociedad que tiende a buscar siempre bienestar, comodidad, éxito... Desde luego, nadie merece ser infeliz ni un desgraciado, pero no es menos cierto que ni todos podemos ser iguales ni obtener las mismas cosas de la vida porque entran en juego factores que no todo el mundo tiene para sí en las mismas dosis. Digamos que entra en juego eso de “ Yo soy yo y mis circunstancias”, como decía Ortega y Gasset.
Decía no hace mucho el rector de la Universidad de Valladolid que le preocupaban los suspensos de los estudiantes en determinadas carreras universitarias pero no más que la pérdida de valores que percibía en esos mismos estudiantes. Eludía a la noción del esfuerzo entre el baluarte más erosionado a su juicio por la actual generación estudiantil.
Por otro lado y también no hace mucho, una amiga en un e mail me instaba a no cejar en mi celo por la educación de mis hijos en valores. – Enseñáles a que sean el día de mañana buenas personas, me recomendaba. Buen consejo que precisa de un buen cayado, pero a raíz de esto pensé un poco en la cuestión pues no me es ajeno el hecho de que, efectivamente, se acusa cierta pérdida de valores en los jóvenes, pero no es menos cierto que ellos son la consecuencia de una desidia que, siendo críticos, comenzamos décadas atrás cuándo gran parte de la sociedad empezó a ser consciente de cuánto estaba a su alcance; Estudios, posición... aspectos que le servían para proyectarse y elevarse hacia cotas de bienestar y éxito que en generaciones anteriores sólo eran accesibles a muy pocos. Aquella sociedad, es justo reconocer que fue esforzada. Aprendió a obtener a partir del esfuerzo y comprendió que sólo así le llegó la recompensa, hoy, sin embargo, se aprende a partir del “ tengo derecho” sin más y me merezco obtener lo que preciso, pero entre estos dos extremos, hay de por medio un largo recorrido en el que pese a los buenos principios hemos terminado por desviarnos del rumbo porque del mismo modo que la sociedad anterior se esforzó por sacar lo mejor de sí misma en beneficio de su prosperidad hoy la sociedad se esfuerza por proveer a sus vástagos de cuánto precisan porque también asumió en su momento que debía ser capaz de cubrir todas las necesidades familiares, no sólo alimentarias, sino de toda índole, incluidos los caprichos. Y he aquí que de esos lodos, estos polvos. Hemos agasajado con nuestros celos paternos tanto el “ Yo” de nuestros hijos e incluso el de nosotros mismos, que los valores están directamente relacionados con la noción de una sociedad enfocada a satisfacerse sin más. Es así como ha crecido y como entiende que debe seguir viviendo. Esta cuestión de pérdida de valores es extrapolable, desde luego, a otros muchos aspectos pero es un hecho que lo que hoy tenemos en lo que tiempo atrás comenzamos. Y lo peor es que...se nos está yendo de las manos.
Pilar Martinez Fernandez.
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Cada uno tenemos unos valores e intentamos ser fieles a ellos y transmitírselos a nuestros hijos. Desde mi punto de vista los jóvenes representan los valores de sus padres y los de la sociedad que en ese momento les toca vivir, por tanto sus comportamientos y opiniones son el reflejo de unos padres absortos en el orgullo de que sus hijos son los mejores, se merecen lo mejor y si hacen algo mal es responsabilidad de las compañías o malas influencias de los otros. Siempre me queda el consuelo de que el tiempo pone a cada uno en su sitio.
ResponderEliminarEl patrimonio de los valores no es de nadie (iglesia, partidos políticos etc.), es personal, mi manera de ser, conducta, sentimientos, emociones y actitudes, es lo que tengo y soy como persona. Cuando valoramos la paz, nos molesta la guerra. Cuando valoramos la libertad nos ofende la esclavitud. Cuando valoramos el respeto al otro, nos enojan los homófobos. Cuando valoramos el amor nos lastima el odio.
En definitiva los valores nos aportan actitudes y conductas que nos definen como somos.
Un fuerte abrazo Miguel
Creo que si algo le faltaba por añadir a mis palabras, tú le has puesto el " toque" adecuado. Pero yo aún me planteo una pregunta: ¿ Creeis que tenemos la misma escala de valores que nuestros padres, por ejemplo?...
ResponderEliminarYo a menudo hablo con mis padres de ciertos temas y la verdad es que me percato de que lo que para ellos es algo cuestionable, para mí no lo es tanto. Que opinais al respecto?...
Entendiendo que los valores se nos presentan a la conciencia como “principios” que intentan guiar nuestra elecciones y decisiones cotidianas sobre los mas diversos temas, incluyendo entre ellos temas frívolos, hasta temas realmente importantes y transcendentes como nuestras preferencias acerca de lo correcto o incorrecto, es decir, sobre el bien y el mal. Los valores se presentan intuitivamente como “una guía” que el simple hecho de actuar de acuerdo a ellos no “hace sentir bien” y el hecho de no hacerlo produce un efecto contrario de bastante malestar.
ResponderEliminarAceptar que otras personas vivan y piensen de modo diferente como nuestros padres o cualquier persona de nuestro alrededor, es el primer paso para poder convivir.
Para mí la escala de valores diferente en cuanto a pensamiento y conducta o actitud frente la vida me parece que siempre suma y enriquece, pero la carencia de un sistema de valores bien definido, sentido y aceptado, instalará a la persona en una indefinición y vacío existencial que le dejará a merced de criterios y pautas ajenas de otros y hay está el peligro. Escala de valores diferentes siempre, su ausencia un “pelele” en manos de conciencia ajena. No quiero que mis hijos tengan mis mismos valores, quiero que tengan los suyos y eso les haga madurar hacia una conciencia colectiva en el que puedan convivir respetando a todo y todos los que conformamos la sociedad.
Un fuerte abrazo Miguel