Reportaje publicado en la revista digital de viajes TURYVIN
Cuentan de quienes alzaron del barro los palomares en Tierras de Campos, que el hambre dio lugar a la agudeza del ingenio a la hora de construirlos. Descubrieron que si se entretenían en complicar la obra con celosías curiosas en los cortavientos o levantando más tejadillos, los días de construcción se alargaban y por tanto les duraba más el trabajo y mayor era la cobranza.
Algo de cierto se intuye que hay en esta teoría pues aunque la arquitectura popular suele acompañarse del libre albedrío, en el caso del palomar es aún más llamativo el hecho de que haya dado lugar a tanta variedad en sus formas, consiguiendo en muchos casos una geometría cuándo menos curiosa si se tiene en cuenta que a sus constructores les movía más el sentido práctico que los conocimientos matemáticos y geométricos.
Afortunadamente, en Tierra de Campos palentina, son muchos los palomares que se conservan. Algunos son meros esqueletos buscando de nuevo la tierra de la que surgieron, pero los que aún persisten en su lozanía y sobriedad al más puro estilo castellano, se asemejan a un faro que, rendido a merced del tiempo, sobrevive a la desidia de cuánto se acostumbra a olvidar cuándo deja de formar parte de lo cotidiano.
En otro tiempo, realce y abolengo para el rico que lo tenía entre sus vastas posesiones y medio de vida para aquellos que lo trabajaban y mantenían para el amo, el palomar escribió su episodio de historia en el acontecer costumbrista de una época en la que la paloma no era esa ave que hoy tanta controversia desata en las ciudades con su presencia en azoteas, sino un elemento al que asociarse y procurarle un hábitat idóneo para obtener beneficios económicos e incluso de recreo.
Y es que, la paloma, para aquellos que comprendieron como nadie su instinto y potencial, ofrecía cuatro posibilidades en unos tiempos dónde cualquier recurso era bienvenido para mantener el pulso de una sociedad tan desigual como austera.
Desde los palominos y pichones como valor culinario, pasando por la pluma como relleno, los excrementos o palomina para abono de la tierra y terminando por el tiro al pichón como deporte, la cría y el mantenimiento de palomas en un palomar generó una actividad económica de la que se valieron no sólo la familia rica que los poseía, sino también esa población que circundaba alrededor de los palomares. Allí dónde existían palomares, había vida y trabajo.
Hoy, son pocos los palomares que mantienen viva esa costumbre. Las generaciones que posteriormente heredaron los palomares, poco a poco dejaron de darle ese realce que tuvieron en su esplendor dejándolos morir lentamente.
Pero, afortunadamente no todo se ha terminado perdiendo. Aún existen abundantes reductos de palomares que nos pueden mostrar su interior en pleno corazón de Tierra de Campos palentina. Una de las más prolíficas en la conservación de este elemento arquitectónico popular.
Una puerta, una llave y un mundo por descubrir
En pueblos como Castromocho, Frechilla, Guaza de Campos y otros tantos de Tierra de Campos palentina que se pueden encontrar si se siguen las diversas rutas de palomares, es posible hallar puertas con llaves antiguas guardando silenciosamente la vida aún latente de un palomar.
Escudriñar dentro de un palomar, es adentrarse en una oscuridad silenciosa dónde inevitablemente el hombre es un elemento perturbador de la calma que reina entre las gruesas paredes de adobe. Apenas unos cuántos haces de luz que se cuelan por las troneras, dejan ver, cuándo finalmente la vista se acostumbra a tanta penumbra, los nidales excavados alrededor de los muros.
Pero los secretos de un palomar, aún agudizando todos los sentidos, no están a simple vista. Hace falta conocer de quién más sabe, todo lo que puede llegar a albergar ese silencio sombrío que da cobijo a las palomas arropadas por el adobe.
El palomero, viejo oficio casi extinguido
No hay palomar bien guardado sin la figura vital y apasionada de quién lo custodia y cuida con celo. El palomero, hombre de cuyo oficio puede decirse que en estos tiempos es más por afición que por dedicación, no en vano corre el peligro de extinguirse con la misma desidia generacional que afecta al propio palomar, es hoy un testigo apasionado de una tradición y cultura popular heredada al que merece la pena preguntar y escuchar para interpretar mejor nuestro pasado y sus costumbres, aspectos que bien podemos encontrar en libros de historia pero no con esa sabiduría popular nacida y curtida a partir de la impronta necesidad de subsistir.
Así, por ejemplo, el palomero sabe diferenciar unas palomas de otras, siendo la habitual del palomar en Tierra de Campos, la paloma Zurita cuya cría es el palomino y no el pichón, como vulgarmente se puede creer. Los pichones son las crías de la paloma “ bravía” y que ha dado lugar a la “ doméstica” que se encuentra en las ciudades. La paloma “ Torcaz, “ por otro lado, no vive en los palomares, sino que habita y hace sus nidos en los árboles de los parques etc.
De igual manera, el palomero sabe cómo y cuándo debe procurarle alimento a las palomas en unas épocas más que en otras dependiendo de los tiempos de siembra y recolección en el campo, así como mantener limpio el palomar para evitar su insalubridad no sólo en favor del propio palomar sino también de las propias aves.
Pero su habilidad más singular es el modo en que accede a los nidales. Un palomar bien construido debe tener una anchura adecuada entre las paredes de adobe de sus pasillos para que el palomero pueda, sin dificultad, trepar por ellas a modo de escalada vertical ayudándose de los huecos estratégicamente distribuidos como nidales, así sea el palomar circular, rectangular o poligonal.
Aún así y pese a la invasión del palomero en la vida tranquila de un palomar y sus nidales, las palomas, curiosamente aceptan su intrusión porque por instinto saben que también es quién les proporciona alimento y un lugar tranquilo donde cobijarse y reproducirse. De ahí que, a pesar de emprender el vuelo por la vasta llanura de Tierra de Campos, la paloma Zurita siempre regrese al palomar.
Vista la estampa del palomar colmada de vida en el paisaje terracampino palentino, tan sólo nos hace falta encontrar una última interpretación de tan singular simbiosis entre hombre, animal y arquitectura.
Centro temático del Palomar en Santoyo
Diversas pujanzas llevaron hasta Santoyo el centro temático del Palomar del que es director científico Miguel Angel Castro Espinosa, quien en su cruzada por la difusión del palomar, propuso este proyecto en un principio como el mejor modo de dar a conocer una de las tradiciones más ancestrales de Castilla y León; la cría de palomas. Tierra de Campos Palentina, afortunadamente conserva buena parte de esta arquitectura popular castellana, de ahí que finalmente el gato al agua se lo llevara Santoyo al apostar sin ambages por tan noble e interesante divulgación.
Y, bien puede decirse que lo consigue. Si conocer un palomar in situ en cualquier pueblo de Tierra de Campos ya de entrada nos muestra la singularidad de una forma de entender la vida en otro tiempo, este centro de interpretación completa esa visión con el rigor propio de cuánto se desea aprender con más detenimiento.
En una primera sala, una voz virtual nos sitúa en el propio pueblo terracampino: Santoyo, villa que como dato curioso se jacta con merecido orgullo de conservar la partida de Nacimiento y Bautismo de Felipe II y que puede verse precisamente expuesta.
Seguidamente y con un itinerario relativamente corto pero interesante a cada paso, se explica al visitante la construcción de un palomar en sus más exhaustivos detalles, tales como los materiales, las formas o la propia distribución interior de esta arquitectura valiéndose de la réplica de un “ pasillo “ o “ calle” con sus nidales perfectamente distribuidos al tresbolillo (En filas paralelas, de modo que las de cada fila correspondan al medio de los huecos de la fila inmediata).
De igual manera, una serie de audiovisuales y paneles explicativos dan ocasión al visitante de alimentar su interés, mostrándole curiosidades como las diferentes clases de palomas que pueden darse en el hábitat castellano y su aprovechamiento, fotografías de palomares en las cuales se puede apreciar su singular geometría plantar: cilindros, prismas o pirámides, e incluso rutas que pueden seguirse por Tierra de Campos Palentina para descubrir y apreciar esta singular arquitectura popular.
El punto y final, no por ello menos interesante, lo pone una bonita exposición de palomares en arcilla del artista Carlos Tola dónde se puede apreciar con cuidada sutileza ciertos detalles y usos cotidianos que circundaban al palomar y al acontecer de otro tiempo.
Aconsejable sin lugar a dudas la visita a este centro temático para quienes después de seguir las sendas palentinas en busca de palomares, deseen encontrar el referente de aquello que formó parte de nuestro pasado y sus costumbres.
El palomar, levantado a partir de barro, hoy como ayer quiere seguir siendo faro guía en nuestro mar de campos. Descubrirlo y conocerlo es sin duda el mejor modo de no dejarlo morir hundido en la tierra a merced del olvido, y Palencia, en su extensión por Tierra de Campos, con todos los palomares que conserva y el centro temático del palomar de Santoyo, nos ofrece ese descubrimiento. Una vez más se precisa lo más fundamenteal: curiosidad e interés.
Pilar Martinez Fernandez
Agradecimientos:
Miguel Angel Castro ( Director científico Centro Temático del Palomar de Santoyo)
Jesús López ( Palomero y guía en esta ruta)
Regina de Castro ( Alcaldesa de Frechilla)
Bernardo Tejido ( Alcalde de Santoyo)
Carlos Tola ( Artesano del palomar en arcilla)
Información de interés:
Centro Temático del Palomar SANTOYO
C/ Mayor 8 Tfno 616 475 307
www.dip-palencia.es/santoyo
e-mail: ayto-santoyo@dip-palencia.es
Tfno y Fax Ayto de Santoyo: 979 810 702
Carlos Tola Prádanos
Artesanía en Arcilla
Tfnos 979 73 03 51 686 117 611
e-mail carlos_t_p@hotmail.com
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