jueves, 25 de diciembre de 2014

Una entrañable felcitación navideña

No quiero extenderme mucho hoy en estas líneas, no porque en realidad no quiera hacerlo sino más bien porque a menudo lo importante requiere muy pocas palabras que lo adornen.
Esta semana he recibido dos felicitaciones navideñas,  una es de  mi hermano al que veo poco pero siento siempre muy cerca de mi corazón y la otra de una buena amiga de muchos años que tiene la bonita costumbre de hacer tarjetas navideñas con sus propias manos muy personales.
Recibirlas ya de por sí es encantador pero lo es más cuando percibes que lo hacen de un modo personal y único que sólo tú sabes interpretar; mi amiga este año ni tan siquiera sabía mi nueva dirección en el pueblo donde me he trasladado a vivir y se las ingenió para localizarme en mi lugar de trabajo y mandármela allí. Mi hermano, en cambio, quiso ser el primero y lo consiguió. Estas cosas en definitiva son las que valen y ciertamente las echas de menos cuando dejan de formar parte de la costumbre. Sin ir más lejos, este año no he recibido ni recibiré la sentimental felicitación de mi tío Guillermo, un hombre que a pesar de vivir desde siempre lejos de mí y al que veía muy de tarde en tarde, siempre encontró el modo de estar muy presente en mi círculo familiar.
Él siempre mentaba aquellas coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique; “ Recuerde el alma dormida, avive el seso e despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor..
Su fallecimiento hace pocos meses de una manera tan rápida como inesperada para todos, ha dejado  ausencia en mi buzón este año de esas coplas y otras cosas que le emanaban de su alma poeta y bondadosa en sus christmas navideños.
Tal vez puedan ser cosas que se hacen por costumbre, porque la tradición manda pero no, una felicitación navideña se convierte en algo bonito cuando se hace como un acto de cariño, de recuerdo, de presencia en el corazón de alguien y recibirlo no sólo es grato sino que te inunda de un cariño tal que te hace sentir responsable y leal con esa persona.
“Contemplando cómo se pasa la vida” ,hoy estas palabras me resultan sobrecogedoras, no sólo por lo que se va sino por aquello que nunca más será pues como también solía recordar mi tío a menudo, nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar, un mar infinito en el que la vida se sumerge para siempre.
Y me produce dolor esa ausencia en mi buzón de correos  pero me reconforta el recuerdo, aquellas navidades pasadas que de un modo fiel se reproducían en la letra manuscrita de mi tío su cariño, su preocupación, sus valores, sobre todos sus valores: la honradez por encima de todo, qué nada nos quite la honra, solía decir casi siempre para terminar sus palabras.
Pero en fin, no quiero alargar estas líneas más de lo pretendido desde el principio pues lo que deseo es dedicar una felicitación única, entrañable y honrada a todos vosotros, del mismo modo que lo han hecho mi hermano, mi amiga y lo hizo mi tío Guillermo desde que tengo uso de razón, con amor, con los mejores deseos de un corazón que late viviendo a ratos con risas, otras con llantos pero siempre agradecida por tener la dicha de vivir.
Así pues, queridos amigos, gente que me conocéis, otros que sólo me seguís en mis íntimas reflexiones, deciros que la navidad no es la fiesta de la hipocresía como pude escuchar a una persona en un supermercado, no es un tiempo de regalos y banquetes, ni de desear feliz navidad como si nos pusiéramos un letanía grabada en nuestra lengua; Navidad es un tiempo de hacer lo que hacemos siempre, de regalar todo nuestro grandioso interior lleno de generosidad, de amor, de caricias, de “ te quieros” …en definitiva de darnos a nosotros mismos como debemos hacer cada día con todos aquellos a los que amamos, apreciamos y recordamos con cariño porque hoy siguen con nosotros y llenan nuestros días.
Esto es lo que os deseo del mismo modo que lo deseo y me lo exijo a mí misma, porque Navidad puede ser hermosa o delirante, pero siempre depende de nosotros y de cómo vivamos los momentos especiales, como una fiesta llena de luces y sombras o como un día más pero para los demás.
Feliz Navidad, pues, y que la gloria sea en vuestros hogares.

                                        Pilar Martinez Fernandez

lunes, 13 de octubre de 2014

¨" La leyenda de Carau"


    La leyenda de Carau

Hoy voy a comenzar con una leyenda guaraní, que como buena leyenda, nos deja una enseñanza moral sobre la que hacer un autoexamen interior de nuestras conductas.
Esta es la canción tradicional cuya letra recoge dicha leyenda-
“ Amigos y camaradas que me quieren escuchar, voy a contar el suceso que le aconteció al Carau.
Estando la madre enferma, remedió salió a buscar. Carau encontró un bailecito y no pudo aguantar.  Allí quedó bailando , bailando todito el día la polka con la damita mejor, mientras al oído le decía que no desprecie su amor.
Allá por la noche, en lo mejor de la fiesta, un amigo que llegaba muy triste le supo hablar; dispense amigo Carau, no vaya a bailar más, te traigo noticia que murió tu madre.
Triste se puso, pero a su amigo dijo; no importa mi buen amigo, el baile no he de dejar, sigue tocando la polka hay tiempo para llorar.
Y allá por la madrugada, a su dama le interroga; ya mucho te quise, donde queda tu casa?. La dama le contestó; mi casa queda lejos, si quieres ir a visitarme vele primero a su madre.
Al oír estas palabras, Carau se arrepintió y se fue diciendo “ mi madre ya murió”. Ahora ya me voy y allí me pondré a vivir por luto entero”
Cuenta también la leyenda, que el dios Tupá castigó a Carau convirtiéndole en el pájaro chillón y zancudo que lleva su nombre, y a la joven guaraní que le encandiló en el baile y le hizo olvidar sus deberes con su madre enferma, en una “ pollona”, otra ave zancuda igual que el Carau y que habita en los esteros y lagunas de Paraguay, de ahí que la coplilla termine diciendo:  “ el Carau y la Pollona son dos bichos de agua, cuando Carau se lamenta, la Pollona lo consuela.”
A quien no le gusta la fiesta y divertirse. Son momentos dulces de la vida que nos evaden de las responsabilidades incluso de la rutina, pero son eso, momentos efímeros que dan su aliciente a nuestra vida pero no una razón de ser ni existencial pues la felicidad no reside en los momentos que nos hacen bailar, brincar y reír únicamente, sino en aquellos que nos hacen sentir bien con nosotros mismos, en equilibrio con la responsabilidad de cuánto se nos otorga para vivir y la realización de uno mismo.
Pero esta leyenda, enseña mucho más a mi modo de entenderla y de sacarle su moraleja.
Carau era un hombre joven con una pasión; “ el baile”, y eso le hizo debatirse entre su pasión y su deber con su madre, a la que se presupone que quería como un hijo debe querer a una madre. Pero su pasión fue más fuerte al igual que su inmadura juventud que el cariño y lealtad que le debía profesar a su madre en momentos críticos, algo que puede parecernos exagerado pero que no lo es tanto cuando seguramente nosotros mismos muchas veces nos dejamos llevar por nuestras pasiones y nos enajenamos de quienes tenemos a nuestro alrededor, incluso nuestra propia familia.
En el amplio campo de las pasiones, existe una línea invisible que nos impide ver los límites, o más aún, nos hace creer que no existen porque en nuestras pasiones nos recreamos y nos enajenamos hasta de la realidad, y sólo cuando regresamos a la realidad y vemos a nuestro alrededor tristeza o enfado es cuando comenzamos con suerte a hacernos alguna que otra pregunta.
Todos nos hemos apasionado con algo o vivimos apasionados en la actualidad con algún aspecto de la vida,  una afición, un talento incluso un trabajo, pero cuidado. Cuando te sometes a la inercia de tus pasiones, se deben establecer límites para vivir en consenso con quienes te rodean porque de otro modo les haces rehenes de tu pasión pero sin tenerles en cuenta, y peor aún, sin conocer lo que realmente te necesitan.
Esto es lo que viene quizá a demostrarnos la leyenda de “ Carau” si no queremos convertirnos al final en pájaros chillones y lastimeros por lo que pudimos hacer y, por apasionarnos, no hicimos.

                      Pilar Martinez Fernandez.


viernes, 15 de agosto de 2014

Somos como fuegos artificiales

Me ha resultado muy curioso y merecedor de un minimo de reflexión algo que me ha ocurrido en estos ultimos días. Fui a un lugar especialmente motivada y dispuesta a pasarmelo bien. Iba también con la intención de no hablar demasiado de mis avatares porque siempre he pensado que la vida de cada uno es un terreno particular que dificilmente llegas tu mismo a comprender como para que lo entiendas los demás, pero tambien porque dispongo de muy poco tiempo de ocio y no quiero emplear el poco tiempo que tengo en hablar de lo que luego me tengo que enfrentar durante la semana. Pero esa intención duró muy poco. Antes de que me diera tiempo a frenarlo, todo un maremagnun de opiniones se centraron precisamente en lo que concernía a lo que estoy viviendo con los míos.
De repente, alguien comenzó a parlotear como si se le hubiera encendido una mecha en el cerebro sobre cuestiones personales de las que nunca creímos dar muestras de tanta certeza como pretendía demostrar por su parte.
Fue como una explosión encadenada de fuegos artificiales, un cohete, otro y otro...cada vez más altos, más luminiscentes, que traducido, es como decir un disparate trás otro llenando el lugar de muchas luces para dejarlo todo finalmente lleno de humo y de sombras.
No voy a contar los disparates porque contar disparates al tiempo que se intenta dar buenos argumentos es correr el riesgo de no saber establecer bien las diferencias y que al final todo resulte disparatado, absurdo e incongruente, como así fueron todos esos fuegos artificiales que explotaron sin sentido, pero sí conviene decir o al menos desvelar el porqué en algunas ocasiones las personas somos tan dadas a meternos en las vidas ajenas y creernos encima con la potestad de hacerlo. Quizá ¿ lo hacemos por divertirnos?, ¿ por emplear ese tiempo muerto que nuestra propia vida tiene ?, o tal vez ¿ porque en el fondo somos personas acomplejadas y la vida de los demás nos da envidia y queremos elevarnos hacía donde creemos que están a golpe de cohete artificial relumbron?
Yo creo que es una mezcla de las tres cosas. Lo curioso es que te lo disfrazan haciendote creer que se preocupan por tí, algo que no es ninguna mentira como tampoco lo es el que te quieran realmente, pero cuando las maneras no son las adecuadas y encima se empecinan en llevarte a su terreno al mismo tiempo que te hacen sentir mal , el analisis final no lleva a otro lado que al hecho de tener delante de tí personas con cierta porción de envídia, sana o insana, o a medio camino de las dos, aburridas y acomplejadas de sí mismas y que buscan en lo éfimero la diversión para olvidarse un poco de lo gris que les resulta su propia vida o su persona, provocando al final con artificios una estela de humo en tu espacio intoxicante y molesto.
Si antes de juzgar la vida de otros, de tirar fuegos artificiales en su espacio vital, nos pararamos a pensar un poco en lo propio, en nuestras propias debilidades sobre todo, quizá no seríamos tan osados de hacer una fatua interpretación de la vida de los demás, porque al final, es eso unicamente lo que conseguimos, una equivocada e indocumentada versión de lo que les preocupa a los demás, reduciéndolo todo a minimas expresiones y generalidades que ni se asoman siquiera a la particularidad que cada uno vive en primera persona con los suyos y en su mundo creado, como no puede ser de otro modo, a partir de errores, aciertos, decepciones, satisfacciones...¿ con qué derecho pues, y con qué artificios, nos atrevemos a explotarlos?
Cuidado, mucho cuidado con lo que soltamos al espacio difuso que está por encima de nosotros, pero sobre todo pensemos qué motivos nos adornan, pues puede que tanto utilizar fuego en espacio ajeno no nos percatemos de que el nuestro esté chamuscado.

                   Pilar Martinez.


sábado, 20 de julio de 2013

En la flor de la vida

Me pregunto cuándo es el momento preciso, o al menos, ese momento en el que se siente con absoluta certeza, que estás en la plenitud de la vida. Eso que llamamos estar en la flor de la vida. A días se puede percibir ese atisbo de satisfacción ante nuestra capacidad resolutiva frente a las vicisitudes y responsabilidades, pero también a días se siente el peso del tiempo, a veces implacable cuando hechas cuentas y los años van sumando décadas que más bien pareciera que has vivído de dos en dos.
Ayer, comprando en una tienda de ropa, colocando bien las perchas y la ropa que se alineaba en los percheros, había un muchacho joven que pareciera haber salido de una pasarela de modelos. Bien peinado, bronceado y vestido con ropa de la firma de la tienda que le marcaba los esculturales pectorales de un modo que no debaja indiferente a golpe de mirada.
Pensé, ese muchacho está en la flor de la vida, por su juventud, su físico...sin embargo, enseguida me vino a la mente las imagenes de mis propios hijos, y pensé: - ese muchacho podría muy bien ser mi hijo.
Ese pensamiento, como una revelación inquietante, me llevó a ver una realidad que nunca he negado pero que resulta magullante para la autoestima: - Caramba, que mayor soy ya.  Y, claro, enseguida caes en la cuenta de que eres mujer y que, efectivamente, a tí te gustan los hombres, sin embargo hay ya un límite tácito en el que no habías reparado, y es que esos chicos que salen en las revistas y en anuncios, por la edad, pueden ser tus hijos. Los mios tienen 19 y 21 años...casi nada¡¡, y visten, se peinan y se cuidan en el gimnasio como el chico de la tienda de ropa o los de todos esos anuncios que vemos tan a menudo.
Los ojos se fijan en cosas bonitas, bellas, sugerentes, es cierto, y quizá sea algo que nosotros ni siquiera controlemos, cuestión de estética y ciertos canones que se pre establecen, pero cuando miras hacía dentro y te buscas, resulta que encuentras en tí una realidad que sin disgustarte, te devuelve al contexto en el que debes situarte por la ya vivído y por lo que te queda por vivir, aceptando que hay juventud trás de tí guapa y hermosa.
Hoy me siento más mayor que ayer. No me deprime en absoluto, simplemente me ha hecho caer en la cuenta de que tengo hijos en la flor de la juventud mientras que yo, ya voy siendo un robusto arbusto. ¡ Qué se le va a hacer¡.


miércoles, 6 de febrero de 2013

Un arbol en medio de la carretera

 


Cada fin de semana acostumbro a tomar una carretera que bien puedo decir que casi conozco en cada uno de sus tramos con detalle. Pero hay uno en particular que desde el primer día me llama la atención de una manera especial. Después de una larga recta, hay una curva muy abierta que  rodea un pequeño monte y al final, como si de nuevo se abriera el paisaje hacía el horizonte al que me dirijo, aparece en la lontananza la figura erguida de un árbol, un único árbol en el centro de la mediana de la carretera.  Al principio lo ves pequeño pero a medida que te vas acercando, comienza a ser majestuoso, un enorme pino equilibrado y solitario allí en medio.

 Cuando estoy a su altura siempre tengo el mismo pensamiento, ¡Qué hermoso es ¡, y qué lugar tan privilegiado ocupa, viendo pasar multitud de vehículos viajeros  así llueva,  sople el viento, nieve o luzca el sol en un hermoso cielo despejado…Y,  siempre me hago la misma pregunta: ¿ Cómo es que ha conseguido mantenerse allí  él solo, sin que lo talaran, sin que parezca que nadie lo pode ni lo cuide?.

A medida que me alejo de su majestuosidad, lo miro perderse en la lejanía a través del espejo retrovisor  como quien quiere mantenerlo el mayor tiempo visible en su retina, o  como si de alguna manera quisiera que me siguiera allí donde voy.

 Es una ilusión óptica que me gusta creer a sabiendas de que, los árboles, permanecen arraigados al lugar del que brotan, aventurados a la suerte de una naturaleza que más a menudo de lo que debería ser, se ve alterada por la mano del hombre, una mano que arranca lo que le estorba para implantar otra cosa; un edificio, un polígono o una carretera.

Quizá por eso me llama tanto la atención ese árbol en medio de la carretera, porque al final siempre termino pensando que, en otro tiempo, allí debió haber un pinar, muchos más árboles como ese pino e igualmente inmensos, un lugar en medio de esa orografía a medio camino entre Valladolid y Segovia donde la naturaleza quiso manifestarse para mantener su equilibrio.

Pero solo ha quedado él, ese pino único y altísimo, pienso también al final,  allí en solitario, desafiando al tiempo con el permiso del hombre, porque no dejo de llegar a la conclusión de que, por alguna razón, cuando esa carretera se proyectó,  se decidió no talarlo y dejarlo allí, igual que un faro asomando soberbio  entre el repecho de la calzada, a lo mejor como un punto de referencia, o como una singularidad que apreciar en el paisaje.

Y pensándolo aún más, a mi hasta se me antoja como un ejemplo una vez más de lo interesante que puede ser ir más allá de la singularidad, porque entre tantos y tantos pinos que pudo tener a su lado mi árbol en medio de la carretera, solo él resultó ser el indultado de la masiva tala. Quizá puro azar o pura elección de la naturaleza misma que decidió dotarlo de más belleza.

O Puede que el mismo árbol luchara, del modo que un árbol puede hacerlo allí donde se arraiga, por sobrevivir y ser más fuerte que los demás y así cumplir con un destino diferente.

Soy muy romántica para ciertas cosas, y en este sentido, quiero pensar en esta última posibilidad porque cuanto más lo observo en cada viaje, más llego a la conclusión de que ese hermoso pino siempre se alzó diferente para ser especial en ese lugar.

Algo así bien puede sucedernos a nosotros; nacemos, crecemos y luego nos sociabilizamos en un determinado lugar, sin embargo, cuando vivimos aglutinados en un determinado espacio social, es tal la vorágine a la que nos sometemos que, en ese empeño de ser iguales, nos olvidamos de esas singularidades que nos hacen diferentes unos de otros y que, lejos de servir para marginar, deberían servir para hacernos valedores de nosotros mismos ante las inclemencias de la vida, o mejor dicho, de sus  contrariedades.

Nosotros nacemos distintos unos de otros y también podemos estar expuestos a talas masivas para quitar y poner otra cosa, sin embargo si nos ha preocupado más siempre seguir en la inercia del ambiente en el que nos sociabilizamos en lugar de cultivarnos y fortalecernos de manera interior en nuestra singularidad,  puede ocurrir que nos talen sin miramientos y sin tener otra opción que desaparecer en lugar de encontrar otro destino en el que proyectarse y continuar.

A veces, es cierto que la suerte es un factor a tener en cuenta, no basta una férrea voluntad, la vida también tiene sus contrapuntos ajenos a nuestros esfuerzos, pero ante lo que no sabemos, ante aquello que nos parece incierto, lo único que tenemos es , precisamente, nuestros talentos y, efectivamente,  nuestra singularidad.

 En definitiva y lo importante es intentar  ser fuerte, ser singular en lo que te hace diferente a otro y para lo que has sido creado,  y no uno más en la pluralidad de unas tendencias que, por lo general, aglutinan de un modo impersonal y masificado y te hacen débil, vulnerable, pero sobre todo, muy dependiente.

Todo esto , ya lo veis, es lo que pienso cada vez que paso por ese tramo de carretera y veo al enorme pino a través del parabrisas de mi coche,  un hito para mí en la carretera y que siempre hace un poco más agradable mi rutinario viaje. No me digáis que no es un  hermoso destino para un árbol que pudo suponer en un principio todo un obstáculo…

Pues ese matiz en la autovía Valladolid-Segovia, de manera figurada puede ser  igualmente parecido al de algunas personas que por elección o por casualidad,  hacen que su diferencia les haga sobrevivir mejor a las diferentes talas que la caprichosa sociedad nos somete.

 Así pues, busquemos nuestra singularidad, sin duda nos hará ante la adversidad mucho más fuertes, capaces, pero sobre todo…útiles.

Pilar Martinez Fernandez.

 

 

sábado, 19 de enero de 2013

Esos días grises...

Como decía aquella canción de Jose Luis Perales, esos días grises del otoño, me ponen triste y al calor del fuego de la hoguera, te recuerdo hoy...
No es otoño, es invierno...un invierno más en el que los presentadores del tiempo anuncian un día trás otro borrascas, ciclones, o como la que está sucediendo estos días, " ciclogénesis explosiva", que dicho así pareciera que el cielo se fuera a romper en dos y nos fuera a caer enicma. Pero sí, el cielo está gris, y a mí me pone triste; triste porque la gente camina por la calle también gris, bajo paraguas y gorros de lluvia en los que apenas les ves los ojos, y las paredes proyectan una luz mortecina que da frío.
Son días de quedarse en casa, al calor de una chimena si se tiene, o junto a un radiador sentado en un sillón de esos orejeros, confortables en el que sólo tu cabes, con un libro, viendo alguna pelicula que ya viste pero que te apetece volver a ver porque te gustó, te hizo evadirte de tu realidad durante una hora y media...y así, o de la manera que tú decidas, estos días grises se convierten en días que pasar sin pensar en otras cosas por hacer. Sea como fuere, que la tristeza sólo sea moméntanea, que el gris sea el preludio de toda la gama de colores que tiene el arco iris, que las lecturas, las peliculas, las conversaciones al calor del fuego de nuestras hogueras queden en esa íntima sensación de sosiego.
Buenos fines de semana de dias grises...
Pilar Martinez

viernes, 18 de enero de 2013

Quien regala, bien vende si quien recibe lo entiende

Las cosas que nos suceden, sobre todo las que no nos gustan, son precisamente las que más nos demuestran la ida y vuelta de determinadas lecciones que aprendimos a medias. Es, lo que bien puede decirse, el vaivén al que la vida nos somete para que, unas veces en un lado y otras en otro, veamos las cosas desde la mayor perspectiva posible y actuar de un modo coherente y positivo en las circusntancias que se nos presenten.
Nunca dejo de reconocer de mí misma que soy vulnerable ante lo que se me presenta con mala fe, de hecho me deja tan tocada que me revelo de un modo demasiado drástico en principio, pero tambien es verdad que necesito muy poco para retomar el rumbo de mis principios y modo de ver las cosas; un pequeño atisbo de espiritu de enmienda o una simple disculpa me basta, eso sí...siempre, siempre, me tomo mi tiempo de reflexión más que nada por simple ejercicio de aprendizaje.
Esta vez, me viene bien pensar en ese sabio dicho: " quien regala, bien vende si quien recibe lo entiende", precisamente porque me gano la vida en una tienda vendiendo y hace unos días me ocurrió una anecdota que, en un principio no quise contarsela a nadie porque me dejó con la amarga sensación de haber hecho el tonto más meridiano.
A mi tienda entró un hombre y una mujer de unos sesenta y tantos  años, no eran pareja, la mujer acogía al hombre en su casa porque no tenía donde ir, algo que me pareció tan atípico como curioso, pero además la mujer acogía en su casa a 12 perros, entre ellos varios galgos que había recogido abandonados en las peores condiciones. Comenzó a contarme sus desvelos con esos animales, cómo les mantenía con su pensión y lo que los animales parecían agradecerlo; el hombre mientras tanto, sonreía de un modo un tanto bobalicón, pero francamente en él no centré mi atención, sino en la mujer que mientras conversabamos empezó a escoger unos collares para dos galgas y unas cuantas cosas más que, en definitiva, compró y pagó religiosamente.
Movida por el corazón y la situación que acababa de contarme la mujer, decidí regalarle un saco de pienso de 14 kg que me había caducado hacía un mes y que tenía en la trastienda sin saber muy bién qué hacer con él. Me pareció una causa buena y un buen modo de aprovechar algo que, aunque no estuviese apto para la venta sí lo estaba para consumo.
En ese momento no púdieron llevárselo porque no traían carrito de compra ni nada y decidimos que se pasarían al día siguiente para recogerlo.
Y así fue, al día siguiente, esta vez el hombre, vino a la tiendacon un carrito y con uno de los collares que habían comprando el día anterior para que se lo cambiara por uno algo más grande.
Le entregué el saco y le ayudé a meterlo en el carrito, era un tanto enquencle el buen hombre, y luego le cambié el collar por  otro modelo que  resultó ser un euro más barato que el que se había llevado el día anterior, detalle en el que honestamente no reparé. Fue el propio hombre quién al fijarse en el precio marcado me dijo: - es un euro más barato no?.
Yo le contesté que sí, efectivamente, era un euro de diferencia, corroborando el precio simplemente, pero el hombre lo que estaba haciendo realmente era reclamarme que le diera ese euro de diferencia.
Me quedé un poco perpleja porque cuando tú actuas de un modo generoso, no es que esperes agradecimiento, pero si esperas que contigo también sean generosos, y aunque bien es verdad que el articulo en el cambio fluctuaba 1 euro de diferencia, cuando te regalan un saco que de 14 kg para que 12 perros coman durante 15 días, hay cosas que por decoro y buena fe no se exigen.
Y así se lo hice saber al tiempo que le ponía el euro en la mano haciendo un nudo a mi orgullo y voluntad herida pues de haberme dejado llevar por el arrebato, no le hubiera dado el saco.
Con esa risa bobalicona que había vislumbrado en el rostro del hombre el día anterior, cogió su carrito y se  fue tan campante, dejándome con la sensación de haber hecho el tonto más tonto del mundo mundial, me quedé con mi voluntad bastante maltrecha incluso llegué a pensar que quizá ni tenían tantos perros ni nada de nada, algo que incentivaba más mi tontuna pues si realmente me habían tomado el pelo, lo habían hecho a costa de mi sensibilidad con los animales.
Fue en ese momento cuando me sobrevino el trabalenguero refranillo de " quien regala, bien vende si quien recibe lo entiende", pues yo había hecho la peor venta regalando a quien tan mal había entendido mi voluntad.
Pero hace unas horas antes de enfrescarme en estas líneas, la mujer ha vuelto a mi tienda. Al principio no la reconocí, llevaba un gorrito de lluvia del que le asomaban unos ojillos húmedos y tiernos.
Mirándome por debajo del ala del sombrerito, me dijo: - Vengo a darte las gracias y a pedirte disculpas...
Lo primero me pareció halagador porque pensé que le había vendido algo que  le había ido muy bien y eso es lo mejor que en una tienda se puede escuchar, pero lo de las disculpas me sorprendió mucho.
Pero de estas cosas que empiezas a rebuscar en tu memoria y de, repente, al volver a mirarla a los ojos, recordé de nuevo todo. - Ah...sí, le dije. Os regalé un saco de pienso, ya recuerdo.
Y cómo si intuyera mi resquemor que volvió a surgir como un ascua en la lumbre, me dijo:
- Te pido disculpas porque encima que nos diste el saco de pienso,tuvo las santas narices de reclamarte el euro de diferencia por el collar...ya me dijo que le habías dicho que no te pareció justo, y tenías toda la razón, lo siento de verdad. Es un hombre que lo acogí por pena pero es tremendamente egoísta, lo he echado de mi casa pero termina volviendo...
 Sigo sin comprender bien el motivo que mueve a esta mujer a mantener en su casa a una persona de semejante categoría personal, francamente, pero por la parte que a mi me toca y que al fin y al cabo es la que debe importarme, agradecí, o mejor dicho, mi voluntad agradeció el gesto de venir a la tienda a disculparse porque lo que dejé en un departamento estanco de mi persona como una venta pésima y mal entendida, dio un giro total cambiando radicalmente el sentido de aquella acción.
La mujer se marchó porque tenía hora con el veterinario que tengo justamente al lado pero no sin antes dejar establecido que volvería para comprar lo que necesitaba para sus perros.
Que venga o no, ya lo comprobaré, y quizá siga siendo una ilusa por creer en la gente, pero de esto he aprendido que algunas veces, las cosas que hacemos, que regalamos, que bien vendemos, al principio no son bien entendidas, ha de pasar tiempo para que, de vuelta, las encontremos el resultado que esperabamos. Otras no, se quedan como quedaron, pero así es como aprendemos, repitiendo lecciones una y otra vez. Somos así de humanos, ¡ qué le vamos a hacer¡.

Pilar Martinez Fernandez



miércoles, 16 de enero de 2013

Mañana ¿ Seguirá habiendo rosas?

Es una preguntas retórica, de esas que no se pueden contestar de forma literal, ni tampoco con certezas, es...¿ cómo decirlo?, una especie de metáfora lanzada al viento que toca sútilmente los pensamientos diversos...
Mañana, ¿ seguirá habiendo rosas?..., te lo vuelvo a preguntar con insistencia, como quien busca que le digas que sí, pero no es esa respuesta la que busco; no. Busco que pienses y observes a tu alrededor, las dos cosas al tiempo, o si lo prefieres, primero observa...luego, piensa. Piensa si te gusta lo que observas, si hay belleza en lo que ves, frescura, aroma, color...o, si por el contrario, ves cosas marchitas, empobrecidas, enrarecidas por la banalidad, o peor, inertes, sin que te digan absolutamente nada...
Yo, vendo flores; no cortadas, sino en maceta; primaveras, pensamientos, clavelinas, margaritas, rosas...y sólo cuando están en grado de primor, la gente las compra. Si las flores van marchitando quedando la planta únicamente verde, la gente no las quiere porque no tienen la certeza de qué flores y de qué color volverán a salir,
Esto es muy curioso; así las ponga más baratas, la gente no las compra. Y pienso que, a lo mejor, creen que intento venderles sólo hojas, una planta que quizá ya no vuelva a florecer más. No lo sé, creo que en el fondo, la mayoría no entiende el ciclo de la vida en sí misma.
Por eso,vuelvo a preguntarte sin intención de que me contestes, sólo que pienses. Piensa si crees sin ver, si ves sin mirar con los ojos, si tus ojos ven más allá de lo inmediato, si más allá crees que seguirá habiendo rosas de aterciopelada textura, o, por el contrario, no te preocupa demasiado porque en el fondo crees que de algún modo se puede vivir sin rosas.
Hoy existe entre nosotros el torpe concepto del gozo por lo inmediato al tiempo que lo consumimos vorázmente. Al día siguiente, hastiados por los excesos, consumidos por lo efímero, somos menos capaces de ver la belleza que brotará en días sucesivos. No es pues la vida lo que se agota, ni tampoco lo que ofrece, sino nuestra vista, nuestro gusto, nuestro olfato...nuestros cinco sentidos para percibir la vida misma.
Así pues, ante la pregunta: Mañana ¿ seguirá habiendo rosas?, piensa si por el camino, has perdido alguno de tus sentidos que te impida verlas, olerlas, tocarlas...esa y no otra, es la pregunta que debes hacerte, pues las rosas, como cuánto se puede percibir en esta vida, pueden o no ser prescindibles, eso sólo tú puedes determinarlo, pero nadie por tí puede descubrir la belleza, ni tampoco contartela...te corresponde a tí percibirla para embriagarte de ella. ´

Ilusiones


Según cuenta una tradición navideña,  llegado el último día de fin de año, el muérdago se debe regalar y colgarlo en la casa cerca de la puerta de entrada para que toda la familia tenga salud y  buena suerte.

Del mismo modo, dice también la tradición que la pareja que se diera un beso bajo una rama de muérdago tendrá felicidad asegurada para toda la vida.

Al año siguiente, el muérdago hay que quemarlo y sustituirlo por otro nuevo para que la buena suerte continúe.

Como tradición es curiosa e incluso, por qué  no decirlo, también con cierto halo de magia pues no en vano esta planta era muy utilizada por los druidas celtas para hacer sus pociones contra los malos espiritus.

 Queramos creer en ello o no, lo cierto es que siempre que comienza un nuevo año, nos proponemos cosas, queremos que todo fluya de una manera renovada, ilusionados ante la perspectiva de un tiempo que tenemos por delante y sobre el que proyectar buenos propósitos, nuevas metas,  en definitiva, una nueva cifra en el calendario que nos invita a mejorar para procurarnos un sano equilibrio interior.

Y, es que, nos dejamos querer por las ilusiones, esa es la sensación,  ya sean con ciertos toques tradicionales y mágicos o con una esperanza íntima y silenciosa, y lo hacemos porque en cierto modo lo necesitamos; necesitamos ilusionarnos, creer que siempre hay algo bueno esperando.

Quizá por eso y pensándolo con un poco de detenimiento, también es necesario interiorizar en nuestro ser para descubrirnos. A menudo,  la vida se torna tan complicada y caprichosa que es inevitable sentir mordeduras en nuestras ilusiones. Nuestra vulnerabilidad ante las decepciones, las frustraciones, los desengaños suele estar tan a flor de piel que no es raro perder ilusión por el camino. ¿A quién no le ha pasado alguna vez?...esperar algo con entusiasmo y ver que no llega o no es lo que esperábamos. Pero, de estos  varapalos, hay que saber trascender, elevarse para no caer en la inercia del desencanto, pensar que una vaguada en el camino es el preludio de otra colina en la que asomarse y ver otro paisaje.

No hay duda que nuestra actitud en la vida también determina  nuestras ilusiones. El sentido de una tradición, la magia que puede o no provocar en los acontecimientos,  adquiere consideración en la medida que nosotros nos posicionemos. Si de algo sirve detenerse durante un rato para escucharnos a pesar de nuestro frenesí cotidiano, es para destaparnos al entusiasmo, para encender esa chispa interior que motive la capacidad de sorprendernos, sólo así la vida puede manifestarse con espontaneidad ante lo que está por suceder sin que nos lleve a confundirnos con la ensoñación o lo irreal e imposible, cosas bien distintas y que son las que aumentarían la frustración.

En estas fechas en las que estamos, la ilusión por el año que comienza  no debe únicamente motivarse por lo que podemos llegar a atesorar o poseer,  sino aquello que vamos a acoger en nuestro haber, que son simple y llanamente vivencias, aprendizajes, momentos únicos con quienes queremos o con quienes están por conocerse…

Así pues, con muérdagos o sin muérdagos en las entradas de nuestras casas, creamos o no en determinadas magias y tradiciones, lo que sí debemos mantener son las ilusiones  ante aquello que sin acertar a explicar, contribuye a mantenernos expectantes, esperanzados y abiertos a cada acontecimiento que está por vivirse.

 Yo por mi parte, pondré a la entrada de mi casa unas cuantas ramitas de muérdago con la ilusión, si Dios quiere, de que  este año siga teniendo la oportunidad de seguir haciendo lo que hago con salud.

A vosotros, únicamente deciros que el nuevo año os ilusione y os ofrezca mucho, mucho por vivir…

                                       Pilar Martinez Fernandez.

 

 

lunes, 29 de octubre de 2012

¿ Qué estás pensando?

Cuando era niña, recuerdo que una de mis profesoras, en las observaciones del boletín de notas puso lo siguiente: " es una alumna trabajadora y muy reflexiva". Aquellas palabras ignoro si se las puso a alguna compañera más de mi curso, pero a mi me calaron bastante porque era la primera vez que una persona adulta conseguía ver más allá de mi timidez por aquellos días. El modo que yo tenía de aprovechar esa falta de valentía para participar más en clase era, precisamente, escuchando y luego reflexionar para sacar mis propias conclusiones.
Con el tiempo, no terminas de vencer la timidez pero de alguna manera la capacidad de pensar para luego dar forma a tus principios te dota también de cierta seguridad y firmeza a la hora de enfrentarte a un  intercambio de opiniones.
Siguiendo aquella buena costumbre de mi niñez, también ahora me detengo observar silenciosamente lo que se mueve a mi alrededor. Opinar, lo que se dice opinar, muchas veces evito hacerlo en voz alta, y  no porque no esté segura de lo que pienso, sino más bien por el hecho de no enfangarme en diatribas que por lo general no conducen a nada, porque también con el tiempo me he dado cuenta de que hay gente a la que discutir le motiva, le divierte,  de tal manera que aunque tú des uno y mil planteamientos razonables, se atragantan para decirte una y otra vez lo mismo sin escuchar en absoluto lo que tú está diciendo.
Para colmo, hay cierto perfil de " opinantes", que te repiten cuán loros parlantes lo que han oído como simples ecos, y con los ecos no se establece debate, pierden fuerza a medida que se repiten, sin embargo, la reflexión es otra cosa, es un tiempo muy preciso que se le dedica a comprender una idea, un suceso, una experiencia...
Algunas veces me gusta leer esas frases que otros pronunciaron, y no por lo verdaderas que puedan ser sino porque no deja de asombrarme la riqueza del ser humano cuando después de someterse al insondable mundo del pensamiento, consigue conjugar las mejores palabras para las más encontradas conclusiones.
Así por ejemplo, siempre me ha gustado esa frase de Pascal, " el corazón tiene razones que la razón no entiende"...un juego de palabras tan inteligente como veráz a la hora de contraponer los sentimientos y las emociones con el raciocinio y el pragmatismo.
No obstante, no hace mucho, al abrir el facebook y ver el espacio donde se puede poner lo que quieras haciendo la pregunta ¿ Qué estás pensando?, me quedé un rato desconcertada porque no estaba pensando absolutamente nada. Y eso fue, precisamente lo que puse en ese espacio en blanco: " no pienso en nada y eso empieza a precouparme

Esto finalmente resultó ser el detonante de estas líneas pues aunque fue una completa tontería lanzada al ciberespacio, tuvo su graciosa contestación por parte de una amiga de mi circulo de contactos: " no te preocupes mujer, de vez en cuando hay que dar a la mente su tiempo de relax".
Con toda su mejor intención, trató de soliviantar mi momento de pensamiento vacío, pero quizá porque no me expliqué mejor, no entendió realmente mi preocupación; no tener nada que decir en mi caso es peor que callar lo que me gustaría decir.
Y es que, en realidad, puede que no se consiga mucho cambiar el mundo o aquello que no nos gusta cuando nos detenemos a pensar, pero de algún modo no sentirse como una balsa a la deriva en lo que concierne al pensamiento te dota de una capacidad de decisión tan buena que ejercerla te hace sentir más persona porque para mí el pensamiento es una introspección en ese interior que absorbe todo lo que le llega del exterior.
Relajarse es un concepto, por el contrario, más para conseguir encontrar un equilibrio entre cuerpo y mente cuando hay sobrecargas no para abandonarse más a la carencia de ideas y pensamientos.
En fin...que pensar, siempre es bueno sobre todo si se hace de un modo inteligente, personal y honesto. Asi pues, aunque lo que pensemos sea erroneo, siempre será mejor que no pensar absolutamente nada, Hipatía de Alejandría pues..pensó muy acertadamente.

Pilar Martinez ( Octubre 2012)