domingo, 7 de marzo de 2010

Mucho más que dientes



Desde la infancia más tierna e inocente, siempre fui risueña. Hubo un tiempo en el que perdí mi espontánea sonrisa por una caída infantil que melló mi dentadura. Me convertí en una niña más bien seria, tímida y callada que ocultaba su sonrisa poníendose la mano delante de sus labios.

Lo hacía para protegerme de aquellos que podían herirme con la estupidez propia de la insensiblidad y la superficialidad. Muchas veces, de gente mayor, incluso allegados familiares, escuché decir: - Es guapilla, lo único los dientes.

Al escuchar esto, apretaba la boca para que no se me vieran y dejaba de hablar inmediatamente. Aún así, siempre conserve pese a ese trauma, un jubilo interior que nadie consiguió aplacar. Nunca fui graciosa, ni se me dio bien contar chistes, pero desde siempre fui agradecida con aquello que me hacia gracia y puedo decir que he reído infinitamente muchas más veces que las que he podido llorar hasta hoy y a lo largo de mi vida.

Ciertamente, mi sonrisa sigue siendo la misma, no así mi dentadura. Un dentista arregló a golpe de billetes aquello que un desafortunado golpe de infancia quedó mellado, sin embargo, hoy se que una sonrisa, una bonita sonrisa, precisa bastante más que la estética de una dentadura.

Una sonrisa espontánea y jubilosa, es sinonimo de alegría, sentido del humor, es un instante de felicidad trasnfigurado en un ser humano, tal vez una porción de tiempo demasiado escueta y efímera, pero son los ojos y no la boca los que manifiestan esa leve felicidad.

La mirada de un niño feliz, es única. Le brillan los ojos y le dibuja el rostro de tal manera que hasta cuando le estan mudando los dientes y muestra sus huecos vacíos en las encías, resulta enternecedor.

Lo mismo le ocurre al anciano. Cuando sonríe, sus ojos se empequeñecen picáramente al tiempo que los pliegues de la piel en su rostro rodean su semblante , dejando muchas veces al descubierto su boca ya desdentada, sin embargo, también nos enternece.

El problema de que existan tanta sonrisas calladas, ocultas tras un complejo, tapadas por una mano pegada a la boca, reside en la torpeza manifiesta que tenemos todos a la hora de encuadrar una sonrisa. Trás una sonrisa de modelo publicitario, solo existe imagen. Trás una dentadura perfecta sonriendo, solo existe imagen. Trás una sonrisa espontánea, hay un ser humano con un corazón momentaneamente jubiloso. Creo que, esto, es lo imporante.

Desde la más tierna e inocente infancia, fui una niña risueña. Hoy lo sigo siendo, y si mis dientes no gustan, lo siento. Es señal de que, inquivocamente, no me están mirando a mí ni, por supuesto, a los ojos.

Pilar Martinez Fernandez

2 comentarios:

  1. Que cosas jeje nunca habia visto una foto tuya de pequeña ,eres tu? bueno pues un dia hay k kedar y enseñarnos fotos mutuamente jeje y a reirnos con la boca bien abierta y enseñando los piños jeje

    ResponderEliminar
  2. Si, soy yo con nueve meses, ya ves. Un bellezón ya desde bebé jajajaja y enseñando piernas. Y Ya cuarenta años, ¡ madre mía¡. Pero sí, tenemos que enseñarnos fotos y reir, al menos, reír que para llorar ya hay otras cosas. Besos, cielo
    Pili.

    ResponderEliminar