martes, 23 de octubre de 2012


                    El castellano, bien presente mal que pese.

 

Pese a quién pese, y por mucho que se quiera comparar, no existe lengua ni dialecto en el territorio español que esté tan presente como el castellano.

No es ningún alarde de castellanismo, otra cosa es que lo parezca para quienes lo ven como una amenaza en lugar  de una lengua paterna a  la que lingüísticamente tanto debieran agradecerle, pero no lo es. Es una evidencia que se contrapone a los nuevos aires de exclusión que azotan al castellano en Cataluña o en Baleares y que obligan a poner ciertos puntos sobre ciertas íes, pues parece obviarse de dónde nacen algunas cosas y cómo se sujetan.

Para empezar, toda lengua que se precie de serlo ha de ser lo suficientemente intensa y completa como para poder ser traducida literalmente sin necesidad de que coexista con otra para dotarle de  semántica.

Del mismo modo, cabe esperar que se sostenga  con vocablos propios, no con palabras de  una lengua existente a las que se les ha sometido a  variaciones ortográficas  tales como colocar acentos en otras sílabas diferentes a las tónicas de origen, cambiar“ Z” por “ C”, “ J” por “Y” , entre otros o mutilar determinados vocablos eliminando vocales. Estas variaciones y alteraciones  son propias de un dialecto, rico o empobrecido, con mucho o poco bagaje cultural e histórico, pero no de una lengua como tal como puede ser el inglés, el chino o el propio castellano, donde cada una tiene su propia gramática, semántica y vocabulario.

Del catalán hay que decir que es una lengua pero en realidad sólo lo es para quienes así quieren verlo. No soy una experta en tesis lingüisticas pero entre el inglés y el catalán hay un abismo lingüistico, mientras que entre el castellano y el catalán hay mucho cruce de caminos, o dicho de una manera más ilustrada aún, ramas de un único árbol.

 Si de hablar se trata y no en vano me he propuesto hablar claro sobre ello aún a riesgo de estar equivocada, me he sometido a un curioso experimento  con la página Web de la Generalitat de Cataluña y su traductor automático on line.

Elegida la trascripción de castellano a catalá, escribí lo siguiente:

“ Es facil, sencillo, simple, de poca importancia, una sosería, algo vulgar pero tiene su encanto natural “. No me refería a nada en concreto, simple palabrería, pero la traducción literal fue la siguiente: És facil, senzill, simple, de poca importància, una sosería, una mica vulgar però té el seu encant natural ”.

Otra frase más sencilla: El arbol es grande pero está seco.  Traducción literal: L'arbol és gran però està sec.

A estas dos frases, quitemosle la raíz del castellano y ¿ Qué les queda?.

Ni que decir tiene que con las coletillas y los tacos castizos que habitualmente se usan indistintamente en cualquier lugar de España,  la cosa no pintó mejor con el traductor catalán. Determinados insultos, tacos y frases hechas, no encontraron acepción y fueron  trascritos literalmente. Otros, no obstante, consiguieron la transformación. Ejemplo archisonado :  “ coyons”, pero pocos más. Por eso no deja de resultar un poco absurdo a mi juicio que se empeñen tanto en excluir el castellano del ámbito público y cotidiano en Cataluña, en el País Vasco e incluso en Galicia. Por mucha lengua propia que se diga tener, el castellano más casto es un recurso ineludible y de difícil sustitución en momentos de arrebato o para hacerse respetar. Y no lo es menos en aquellas lenguas  donde se demuestra una raíz y un complemento más que considerable en su vocabulario. Así pues, el castellano y su uso o desuso, no es una cuestión de libertades ni de igualdades a la hora de expresarse en un determinado lugar en una lengua u otra, tampoco un obstáculo o algo superfluo que deba excluirse para ponderar vanidades lingüisticas. Muy al contrario de lo que en ciertos territorios se reconoce, sin el castellano y su generosa raíz compartida,  no existiría el bilingüismo. Y eso es un hecho. 

 Pilar Martinez

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