jueves, 23 de diciembre de 2010

Como Flores de Pascua


Publicado en la Revista " iglesia en Almodovar" Nº 240
Como flores de Pascua
Siempre me ha gustado la Navidad. Sí, ya se que el modo en el que vivimos la Navidad en esta sociedad nuestra, cada vez más superficial y pagana, no pone fácil despojarse de sus adornos y ver su auténtico sentido; pero ahí reside precisamente la necesidad de acudir al rescate de su esencia y de cuánto debe representa en la convicción de un cristiano, como es mi caso.
No es la primera vez que hago alusión al ehcho de ese sentir cada vez más colectivo de aquellos que, al llegar las fechas navideñas, dicen: " No me gustan las navidades, son un follón y esto deseando que pasen".
Bien, cada cual analizara y sopesará sus motivos, desde luego, pero creo que quien afirma esto es porque basa su Navidad en esas rutinas que se acostumbran a hacer esos días, tales como copiosas comidas con familiares con los que por razones demasiado consolidadas no se llevan bien, gastos en regalso que nunca se tiene la certeza de que vayan a gustar, la compra de esa lotería que casi nunca les toca, pero que cada año ven cómo han desembolsado una cuantia considerable e incluso más que el año anterior, por no hablar de esos villancicos dicharacheros que escuchan por todas partes y que les cuentan la historia de un niño nacido en Belén, de la que por otro lado, cada vez se enajenan más porque la inercia de la sociedad les empuja a no creer en nada.
Lo malo de este sentir y del envoltorio en el que empaquetan la Navidad es que, como pasa con tantas otras cosas, la mentira así como la distorsión de la realidad, se cree a pies juntillas, mientras que la verdad y la revelación de algo auténtico, en cambio, se discute, se rebate, se juzga e incluso se rechaza. Somos así de inteligente, o ¿ Tal vez necios?
No sé quién, ni dónde se escribió que en Navidad debemos hacer cosas diferentes o ser diferente al resto del año.
Hemos entrado en una dinámica tan del " porque sí" que ni siquiera tenemos respuestas contundentes para aquellos que nos pregutan por qué nos gusta la Navidad y por qué la celebramos con ilusión.
Buenos, pues, detengámonos a pensar un poco en ello.
Os voy a contar una historia, mejor dicho, una pequeña leyenda que hay sobre la Flor de Pascua, esa plantita que se compra por estas fechas para adornar nuestro hogares.
" Cuentan que cuando Dios creó la naturaleza y se recreó en ella, dio la oportunidad a cada planta y a cada flor de que eligiera una época del año en la que florecer y mostrar todo su esplendor.
Así, todas y cada una de ellas, daban su mejor aroma y color, siendo siempre elegidas por la mano del hombre que, en ellas, veía la belleza de la naturaleza; todas menos la pequeña plantita de flor diminuta que, aún esforzándose en crecer y dar lo mejor de sí misma, nadie la escogía porque no lucía flores hermosas y sus hojas verdes eran igualmente pequeñas.
Aún así, ella no decaía, cada año crecía e intentaba florecer con la esperanza de ser escogida.
Viendo esto Dios, le dijo:
- Me gusta tu generosidad. Te esfuerzas por dar tus dones a pesar de no ser escogida.. Voy a darte un don más.
Y derramando Dios unas gotas de sangre sobre las hojas de la planta, la tiñó de un rojo hermoso que la dotó de una belleza tan diferente que, inmediatamente, el hombre también la escogió.
Ella, contenta y sitiendo en su savia los dones que Dios le había otorgado, decidió mostrar todo su esplendor en una época donde no lo hacía muchas otras flores y plantas, por Pascua, tomando también así su nombre y dando esa tonalidad roja y verde a la Navidad, dos colores, el rojo y l verde, que significan la sangre renovadora de Dios y la esperanza que siempre trae la Fé para un creyente."
Leyenda o no, lo cierto es que su simbología es muy acertada pues, eso es realmente lo que debe sentirse en Navidad, lo mismo que hace el espiritu generoso de la planta a la hora de florecer y dar lo mejor de sí misma.
Toma la sangre de Dios y tiñe sus hojas para mostrar la belleza de la vida, de la existencia en sí misma para luego darse a los demás. Se mantiene igualmente verde y vigorosa proque sienta la fe poderosa y la presencia de Dios en ella, y nada perturba su ilusión y su alegría.
Así debemos ser nosotros, como flores de Pascua teñidos de Dios y de su esperanza porque, en realidad, lo que celebramos es precisamente el nacimiento de su hijo en la tierra, sangre de su sangre y la esperanza hecha carne, algo que debemos hacer en Navidad.
Simplemente debe ser una reafirmación, un enraizamiento aún mayor que no está de más celebrar con júbilo o incluso compartirlo con los demás en torno a una mesa con una bandeja de turrones.
No debe acobardarnos demostrarlo con nuestras pequeñas tradiciones tales como poner el Belén en neustros hogares, cantar villancicos o acudir a la misa del gallo del día de nochebuena. Dios nos quiere alegres, no hastiados y sabe que el hombres, en su humanidad, tiene un corazón festivo. Por tanto, nada debe impedirnos darnos a nosotros mismos en estos días a pesar de los falsos brillos y el mod que se desvirtúa la Navidad.
¿ Como debemos ser en Navidad, entonces?
Pues lo dicho, como flores de Pascua, impregnados del amor de Dios para dárselo a los demás, y esperanzados porque Jesús nació hace más de dos mil años con humildad, cuando bien pudo hacerlo con lujos y riquezas, ara mostrarnos el camino de la fe y la salvación.
Esta es la respuesta, la única para un creyente ante ese " porque sí" en el que vive esta sociedad la Navidad.
Si aún así, no logra convencer, amigo lector, tranquilo. Como bien dice el dicho, obras son amores y no buenas razones. Vive en consecuencia, da tu mejor color y tu mejor esencia y que cada cul, a tu alrededor, tome lo que necesite. Quien da lo que tiene, no está obligado a más.
Por mi parte, solo me queda desearos a todos una FELIZ NAVIDAD y mandaros con la imaginación la mejor Flor de Pascua escogida del jardín de Dios para cada uno de vuestros hogares.
Pilar Martinez Fernandez ( Navidad 2010)

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