lunes, 19 de abril de 2010

Dentro de una jaula


Cuando veo animales dentro de una jaula y les observo en sus movimientos, me pregunto qué es lo que su pequeño cerebro les ordena hacer: si quedarse allí quietos, esperando y dejando el tiempo pasar o si bien les obliga a moverse en el vano intento de escapar y vivir de otro modo.
Miro sus ojillos, siempre brillantes y al tiempo huidizos, como si tuvieran miedo y me pregunto qué pensaran de mí, si soy un depredador que puede dañarles o incluso matarles, si soy su llave hacía la libertad o incluso un ser superior, casi un semi Dios para ellos. Y, ciertamente, allí, en su jaula, pareciera que estan a merced de una mano que tanto puede deñarles como cuidarles y sin otra posibilidad que aceptar la arbitraria voluntad de quien lo mantiene encerrado. La posibilidad de una vida libre para los animales enjaulados, a menudo la acompaña el descuido del enjaulador, un descuido que muchas veces también termina con la vida del animal pues de tanto vivir plegado a una jaula, la libertad le queda tan grande que lo aplasta.
Así nos ocurre también a nosotros, enjaulados entre unos barrotes desde los cuales observamos el mundo y sus posibilidades, adaptados a nuestras jaulas al tiempo que miramos alrededor pregúntadonos muchas veces cómo sería la vida fuera de nuestra jaula.
Algunas veces ocurre que la vida abre la puerta de nuestra jaula para que salgamos y volemos hacía algún lugar, sin embargo, no siempre tomamos la puerta. Nos quedamos indecisos pensando si es mejor salir o quedarse, al fin y al cabo, cuando se sobrevive en una jaula es porque lo necesario no nos falta y ¿ Cómo renunciar a ese cómodo dispensar de nuestras básicas necesidades?,¿ Y si fuera de la jaula no lo encontramos tan facilmente?, ¿ Hacía dónde ir?, cuántas cuestiones se hacen eco en nuestra inseguridad y en nuestros miedos.
Cuantas personas viven enjauladas al tiempo que tienen la posibilidad de cruzar el umbral de la portezuela de su jaula sin atreverse a ir más allá. Y cuantas también lo intentan a pesar de sentir clavados los barrotes en su anhelante vida.
Otros, en cambio, esperan. Esperan igual que las aves, con ojos brillantes de esperanza tras los barrotillos finos de la jaula al tiempo que huidizos para no dejar entrever sus ganas de libertad y ser afrecho de reproches.
Cuántos viven dentro de una jaula, acomodados, parapetados en convencionalismos, encuadrados en " lo ideal", pagando un precio incalculable a base de tiempo y tiempo, pero deseando en lo más hondo de su alma salir de ella y emprender el vuelo hacía otro modo de vivir.
Demasiados, más seguramente de lo que creemos. A muchos les falta valentía, el arrojo de salir a cielo abierto unicamente con lo que son. Y es que, el precio de la libertad, puede ser muy alto, tanto como el abanico de posibilidades que puede abrirse delante nuestro, pero cabe preguntarse cada uno de nosotros; si alguien abriera la puerta de nuestra jaula y nos invitara a salir
¿ Saldríamos al cielo raso para volar hacía otro horizonte? ...
Pilar Martinez Fernandez.

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